MerryGoRound

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jueves, 19 de agosto de 2010


世界の痛み 
(El dolor del mundo)     

Aquéllos que lloran... aquéllos que sufren... cambian.

El sufrimiento... el dolor... la confusión... el rencor... todo puede volverse uno. El rechazo, la soledad, duelen. El mundo actual, así como puede vivir alegremente, también sufre. La gente engaña, abusa, traiciona.

Tengo 16 años, estudio la preparatoria y no por eso me siento inmaduro al hablar de esto. Mis compañeros: aun siendo tan jóvenes, podemos sentir el dolor. Como cualquier ser humano, cometemos errores, reímos, hablamos estupideces y requerimos cariño. Hay jóvenes que han cambiado su forma de ser debido a su pasado, y no es broma. La juventud actual es cruel. Hoy mismo pueden jurar amor y amistad completa y mañana herirte como nadie para tener aceptación de otros. Buscamos la aceptación, el apoyo, la compañía.

La gente cambia debido al dolor. Se vuelve fría, desconfiada y rencorosa. Pone murallas y evita un acercamiento profundo con los demás por temor a ser lastimado. La gente oculta sus sentimientos: vivimos en un mundo donde debes llenar un estereotipo para ser aceptado.

Los he visto, a mis amigos: cómo son diferentes, cómo han cambiado. Se obligan a guardar aquéllos momentos de soledad para convertirse en personas con apariencia impasible. Lo he visto: la gente que llora por dentro.

Me duele... me duele su dolor. La gente sufre demasiado. Mi familia, mis amigos, mis conocidos han sufrido. Muchos siguen adelante, otros guardan aquéllos duros recuerdos y viven con ellos a diario, otros no los superan y se convierten en monstruos como aquéllos que lastiman aun más.

Yo he sufrido. Como cualquier ser humano, sufrí burlas y rechazos. Como todo ser humano, debería ser capaz de entender a otros, pero es difícil. Cada uno carga con su dolor, más ligera, o de manera más pesada. Pero estoy seguro: la comprensión es la clave. Aun si la gente ha llorado, aun si la gente ha sido seriamente lastimada, puede entenderse.

Y para mí, cuya meta en la vida es la felicidad y poder reírme de los recuerdos que tenga mientras me duermo en una mesedora al final de mis días, el que pueda afirmar que hay una solución para atenuar el dolor de los que aprecio, amo, con los que convivo y a los que tanto admiro, es un consuelo.

Aun así, hasta que ese momento llegue, debemos seguir adelante en esta fría y cruda realidad en la que, sin embargo, estoy seguro se puede ser intensamente feliz. Pues, aunque el sentimiento propiamente dicho de la felicidad no sea más que unos pocos instantes cada día, piénsenlo: al final, aquellos minutos de alegría y calor, aquéllos preciosos instantes de los que de repente te acuerdas y ríes con nostalgia, aquéllos juegos sin sentido con los compañeros, aquéllas pláticas con tu familia, aquéllas situaciones estúpidas y vergonzosas,  son la razón por la que vale la pena seguir adelante ante todo y por todo, aun... aun... aun si el tiempo se nos agota.

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