Todo comenzó un 18 de junio. La ceremonia de graduación de los jóvenes de la escuela preparatoria numero 22 estaba finalizando. La chica más inteligente del curso decía unas palabras ante el público que (melancólico y nostálgico) en su mayoría se dedicaba sólo a bajar la cabeza mientras escuchaba. Algunos incluso lloraban con profunda pena. En medio de la muchedumbre, sin embargo, en la segunda fila de adelante hacia atrás, cuarta y quinta silla, dos muchachos, Balel y Mitsu respectivamente, charlaban tranquilamente sin escuchar a la emocionada joven.
-Parece que todo esto está acabando Mitsu. A decir verdad, no pensé que el tiempo pasara tan rápido. Llegué a pensar incluso...
~...¡NUNCA CREÍ QUE DOLIERA TANTO LA DESPEDIDA! VIVIENDO SIEMPRE LOS DÍAS DE ESCUELA COMO UN JUEGO, OLVIDÉ LA REGLA MÁS IMPORTANTE DEL MISMO: NUNCA PERDER O DESPERDICIAR DEMASIADO TIEMPO!...
La joven seguía hablando con energía.
-¿Llegaste a pensar incluso qué, Balel?
Mitsu no tenía el más mínimo interés en poner atención a las palabras de la chica. A su entender, era un poco tarde para hablar de recuperar tiempo o de aprovecharlo. El curso había acabado y habrían de seguir adelante como siempre. Eso era lo único que pensaba con
respecto a todo aquello. Mitsu era de estatura normal para su edad (no muy alto, no muy bajo), delgado, con pelo corto de color negro, ojos color café claro, gafas cuadradas y aspecto impasible. La manera tan dura (y un poco fría) de pensar de Mitsu, le había acarreado una mala fama dentro de su último grupo, hecho que no le impidió conocer a Balel.
-No es nada en realidad -añadió mientras sonreía y se rascaba un poco la parte trasera del pelo, un gesto común del chico-. Solo me detuve a pensar que hubiera querido que la preparatoria durara un poco más.
Balel era alto, delgado también, tenía ojos grandes color azul, pelo color café un poco largo y poseía una excelente condición física. Tenía buenas aptitudes para cualquier deporte, pero no solía hacer uso o alarde de ellas. Balel, al igual que Mitsu, era muy solitario. Aunque su carácter era alegre, tranquilo y templado, solía dificultársele el trato para con los demás.
-Bueno, si eso piensas, tal vez sería conveniente que regresaras tu diploma y volvieras a cursar tres años de preparatoria. Ya sabes, para aliviar tu sentimiento de nostalgia.
-No creo que pueda hacerlo de nuevo Mitsu -respondió el chico mientras se rascaba ahora la patilla-. Sería como volver a nadar en una piscina que ya domino: me aburriría y lo único que lograría sería querer largarme de inmediato. Además, si le dijera eso a mi madre, ten por seguro que no volverías a verme. Me mata antes de poder siquiera cambiarme los calcetines.
-Claro claro, tu madre la estricta, no me la recuerdes.
~... POR LO TANTO, SÓLO ME QUEDA ALGO POR DECIR: ¡COMPAÑEROS, LA VIDA SIGUE, Y CON ELLA, EL INTERMINABLE JUEGO DONDE SE PIERDE Y SE GANA TAMBIÉN! RECUERDEN: DE USTEDES DEPENDE QUE EL NUMERO QUE RESULTE DEL DADO CON EL QUE JUEGAN SEA EL APROPIADO PARA AVANZAR DE MANERA CORRECTA Y VELOZ HASTA LA DESEADA Y CODICIADA META. ¡GRACIAS!~.
El público estalló en gritos y aplausos. Los dos jóvenes se levantaron tan sólo para no quedar mal frente a la gente. A su izquierda, vieron al director de la escuela poniéndose de pie y supieron, por su aspecto sonriente y alegre mientras se dirigía hacia donde se hallaba el micrófono, que la ceremonia estaba apunto de terminar. No se equivocaban: 5 minutos después, tras decir un discurso aun más breve y mucho más hueco que el de la chica anterior, los despidió y dio luz verde para que abandonaran el gran auditorio. Balel y Mitsu se apresuraron a salir del lugar sin despedirse, saludar, sonreír a alguien o voltear atrás. No era su estilo, después de todo, ser muy expresivos.
El viento frío de la calle golpeó con fuerza los rostros de ambos jóvenes apenas pusieron un pie fuera del edificio. A pesar de estar iniciando el verano, el clima se presentaba frío y nublado. Se trataba sin duda, de un clima extraño para una graduación.
-¡Hey Mitsu! ¿Qué te parece si vamos por una buena taza de chocolate caliente al viejo local del centro? Podríamos pedir unas cuantas donas de chocolate y azúcar-.
Mitsu se estiró un poco antes de responder.
-No tengo muchas ganas de cosas dulces, Bal. Me apetece más una buena rebanada de pizza acompañada de una soda fría.
Balel soltó una sonora carcajada. Mitsu volteó a verlo con una mirada que mezclaba irritación e ignorancia.
-No entiendo lo gracioso.
-Es que Mitsu, ¿acaso no lo ves? Tal parece que somos opuestos, y aun así nos llevamos bien.
-Yo no diría que nos llevamos "tan" bien... -replicó Mitsu en voz baja-.
-¿Qué dices Mitsu?-.
-Nada, nada. Vayamos por pizza, que tengo hambre-.
-Ok, ok-.
Los chicos se aproximaron a la calle para esperar por un autobús o un taxi. Pasados 20 minutos, Balel se desesperó.
-Maldición, ¡parece que cada vez hay menos choferes en esta ciudad!-.
-Sin duda se debe a que la ciudad es tan pequeña que a nadie le interesa aumentar el transporte para la gente -mencionó Mitsu-.
-Como sea, ¡luego la gente se queja de que no tiene dinero! Al menos si trabajaran como taxistas, estoy seguro que podrían ganar un buen dinero si se dedicaran a transportar a gente como nosotros, que está desesperada tras un largo tiempo de espera-.
-Bal, llevamos sólo 21 minutos con 32 segundos esperando transporte, no una eternidad. No creo que sea para tanto-.
-¡Patrañas! Como sea, será mejor que empecemos a movernos. Si no mal recuerdo, a unas cuantas cuadras está la estación del metro. Creo que alguna vez que mi padre me llevó en uno de sus recorridos de bicicleta, me enseñó un atajo. Sígueme, creo que puedo llevarnos a la estación más rápido-.
-No me gusta mucho la idea, pero es sin duda algo mejor que estar aquí parados en la banqueta esperando por algo que probablemente tardará otro cuarto de hora en llegar-dijo Mitsu perezosamente-.
Caminaron pues por entre calles y calles vacías, Balel "guiando" a Mitsu. Cerca de media hora después, Mitsu empezó a hartarse: Balel no le dirigía la palabra y por instantes su semblante se tornaba nervioso. Mitsu sabía que estaban perdidos, pero contaba con que tenía el móvil en el bolsillo de su chaqueta, y ante cualquier emergencia podría llamar a un taxi, e incluso si las cosas se tornaban peligrosas, a la policía. Sin embargo, eso no evitaba que se irritara ante la falta de precaución de Balel. Decidió entonces, seguir con el juego hasta que Balel admitiera su error. Jamás imaginó lo que aquella desición desencadenaría en su futuro.
-Y bien Bal, ¿estamos ya cerca de la estación?-.
-Eso... eso creo Mitsu. Recuerdo bien estas calles, pero han cambiado tanto que me cuesta un poco adaptarme al camino de nuevo -Balel no vio a los ojos a Mitsu cuando habló. Intentaba hallar el camino correcto o, mínimo, un letrero que le permitiera saber en dónde demonios estaba-.
-Oh claro, me imagino, pero no te preocupes: si de verdad has recorrido este lugar alguna vez, sin duda alguna llegaremos a la estación en cuestión de minutos-.
-¡Dalo por hecho!-.
"Idiota cabeza dura" pensó Mitsu.
Tras unos cuantos minutos más, llegaron a un largo, sucio y oscuro callejón. Los chicos entraron en él y empezaron a caminar con prisa pues, además de estar anocheciendo ya, se escuchaban extraños sonidos a su alrededor. Sonaban como pasos y goteras, todo al mismo tiempo. Para ese momento, Balel estaba ya completamente perdido y rendido.
-Esto... Mitsu, no me creerás lo que sucedió-.
-¿Qué? No me dirás acaso que te perdiste y que nos has estado guiando por entre lugares desconocidos que en tu vida has pisado, ¿verdad Balel? No me vas a venir en este momento con que me has estado engañando toda la tarde, ¿verdad?-.
-No bueno... lo que pasó fue que... ehmm... bueno, yo...-.
-Creo que no me equivoco, ¿verd...-.
-Mitsu, ¡mira!-.
Balel se había detenido y señalaba algo en el suelo, a unos cuantos metros de él. Mitsu se apresuró hasta poder ver mejor y lo vió: en medio del callejón, brillando un poco, se hallaba un extraño dado rojo.
-No tiene nada de extraordinario Balel, es sólo un dado. Ahora, volviendo a lo de tu "habilidad como guía", creo que deberíamos...-.
-Espera Mitsu, ¿no te parece interesante?-.
-¿Un dado viejo tirado a la mitad de la calle cuando estamos perdidos en quién sabe dónde? No, para nada-.
-Oh, ¡echémosle un vistazo! A mí me parece muy interesante. Fíjate como brilla: pareciera que irradia un extraño brillo rojizo-.
Balel se apresuró y se agachó para tomarlo. Estiró las manos...
-¡Balel! ¡Deja esa tontería y vámonos de una vez! ¡Debemos salir de aquí cuanto antes: en menos de 20 minutos oscurecerá por completo, y es extremadamente estúpido seguir aquí!-.
Balel se levantó y se aproximó con lentitud a Mitsu.
-¿Ahora qué te sucede Bal? ¡Dejémonos de juegos y vámonos!-.
Balel, como respuesta, abrió su puño derecho: el dado estaba en su mano.
-¿Pero para qué demonios quieres el bendito dado?-.
-Bueno, sinceramente ya lo olvidé. Solo sentí que debía tomarlo...-.
-Y no te equivocaste, Balel -susurró una fría voz-.
-¿Quién eres? -preguntó con cautela Mitsu-.
-Digamos que soy su compañero. Compañero de juegos, podrían llamarme-.
La voz parecía provenir de arriba. Mitsu empezó a dar vueltas, tratando de hallar la fuente del sonido. Balel se quedó inmóvil, frío y nervioso tras haber escuchado su nombre.
-No entiendo a qué te refieres, pero si el objeto es tuyo, con gusto te lo devolvemos-.
-No es necesario. Después de todo, el dado por sí solo no me resulta útil: requiere de alguien que lo lance, ¿o me equivoco, Mitsu?-.
Los chicos se sorprendieron.
-¿Quién eres? ¿Cómo sabes quiénes somos?-.
-Digamos que sé cosas, cosas muy interesantes-.
-¿Qué tipo de cosas?-.
-No es necesario que sepan a qué me refiero. Lo importante es saber cómo empezaremos el juego-.
-¿El juego?-.
-Así es. Balel, tú tomaste el dado: puedes empezar o cederle el turno a Mitsu. Es tu desición-.
Balel se mostró sorprendido.
-¿De qué rayos estás hablando?-.
-Dejémos de lado las palabras muchachos. Ardo en deseos de comenzar-.
-¿Comenzar qué? ¿Quién eres? ¿Eres de nuestra escuela? ¿Te conocemos? ¿Qué es lo que en realidad quieres?-.
-Llevo bastante tiempo esperando nuevos candidatos para el juego chicos, eso es todo lo que deben saber-.
Mitsu volteó a ver a Balel y ambos parecieron ponerse de acuerdo con rapidez.
-¿Sabes qué? -Mitsu tomó el dado de la mano de Balel y prosiguió-. No tenemos necesidad alguna de seguir escuchando tu sarta de estupideces. Tenemos bastante prisa y, si nos disculpas, te dejaremos tu dado en el piso y nos iremos-.
-¿Prisa? No entiendo para qué se esfuerzan, Mitsu Uchida y Balel Fujiwara. Yo lo sé todo, ya se los he dicho: sé que acaban de graduarse de la escuela preparatoria; sé que se hallan perdidos tras tu ineptitud, Balel, y tu arrogancia, Mitsu. Sé que ambos tienen 18 años; que tú Mitsu, vives sólo con tu hermana pequeña, y que tú Balel, vives con una madre estricta y preocupada tras la muerte de su marido hace exactamente 6 años-.
Los chicos se quedaron fríos ante las palabras de aquel extraño. Todo era verdad.
-Balel... -Mitsu estaba realmente asustado- ¡Vámonos!.
Mitsu arrojó el dado al suelo esperando que el extraño se apresurara a tomarlo, y empezó a correr con Balel. Cuando llevaban un tramo considerable ya de recorrido, ambos voltearon y lo vieron: en medio del callejón, una delgada figura con una especie de capucha oscura y sonrisa siniestra sostenía el dado. Apenas lo vieron, los chicos pudieron darse cuenta que no era humano. Corrían tan rápido como podían. De pronto, cuando empezaban a vislumbrar el lejano brillo de un faro en alguna calle de la ciudad, la misma fría voz volvió a hablar, esta vez con un acento cargado de cruel alegría:
-Su resultado es 5. Iniciemos con tu movimiento, Mitsu-.
De pronto los chicos sintieron que la luz se alejaba más... más... cada vez más. No. Mentira. Ellos se alejaban de la luz cada vez más rápido. Parecía que estaban siendo absorbidos por una especie de tifón. Ambos gritaron con desesperación, pero nadie escuchó o acudió a su auxilio.
Todo era oscuro, no se veía nada.
-Balel, ¿estás aquí?-.
-Aquí estoy Mitsu, ¿qué ha sucedido?-.
-Ya hos he dicho que no es necesario hablar tanto. Bienvenidos al tablero de juego. Mitsu, después de que te muevas, será mi turno. Iniciemos pues, con formalidad, el juego. Sólo déjenme advertirles algo: mientras más tarden, menos oportunidades tienen de ganar... o salir con vida-.
Unas enormes luces iluminaron entonces el lugar. Balel y Mitsu se miraron con terror. Se hallaban, realmente, en un tablero de juego.
Lol ya comento aqui xDD
ResponderEliminarbueno pues que chida espero el chap 2 ._.
pue bueno chida la imagen del dado xDD
:O mui bueno conde, ya qiero leer el capitulo 2do! me avisas eh! ^^
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