Un nuevo inicio...

Aquí estamos de nuevo, un nuevo curso ha empezado ya.

Recuerdo cuando entré a secundaria, al igual que a la preparatoria. Una extraña emoción me invadía al pensar que todo era nuevo, pero el miedo a lo desconocido me seguía muy de cerca. El miedo a conocer a gente nueva, a abandonar a viejos y queridos amigos. El miedo a aprender a crecer.

Conforme se avanza, sin embargo, uno poco a poco va descubriendo que los cambios pueden llegar a ser buenos, aunque al principio no lo parezcan. Nos percatamos de que con esfuerzo, planeación, dedicación, humildad y una buena sonrisa, el día a día es un poco más sencillo. Aprendemos lo valiosos que son los amigos, los verdaderos amigos, la familia: nuestra familia. Lo importante que son los maestros, esas personas que enseñan cientos de cosas, algunas importantísimas, algunas un tanto extrañas. Personas que comparten su punto de vista del mundo: la manera en que lo ven cambiar.

Cuando lo entiendes, cuando te das la oportunidad de percibir mejor lo que te rodea, te das cuenta que vale la pena ponerte a pensar en lo que eres, lo que haces con aquellos a tu alrededor y lo que puedes lograr y llegar a ser.

Por ello, a mi entender, es fundamental tener siempre metas. Es indispensable disfrutar cada día con la ilusión de lograr algo, de llegar a algo. Vale la pena darlo todo, ser honesto, ser una persona completa: ser un ejemplo a seguir. Es una obligación convertirse en campeones. Personas que se distinguen por lo felices que están consigo mismos, que nunca dejan de ser niños por dentro, que viven para demostrarle al mundo, a su mundo, que siempre es posible hacer un cambio.

Pero bueno, eso es lo que yo pienso. ¿Qué opinas tú? Piénsalo, medítalo. Detente a pensar en lo poco o mucho que has hecho, lo que has dejado pasar, lo que has superado, lo que puedes hacer. Tómate unos cuantos minutos para hablar contigo mismo y pregúntate… ¿Quién eres? ¿Qué deseas? ¿Qué es lo que, a partir de ahora, vas a hacer?

Después de todo, un nuevo comienzo en cualquier aspecto de nuestra vida lo amerita, ¿no lo crees?