Una despedida llorosa...
Cuando era pequeño soñaba con convertirme en maestro Pokémon. No me avergüenza en lo más mínimo contarlo. Incluso en ocasiones llegué a imaginarme como uno de los tantos niños que debían salvar a su planeta junto a un digimon. Así fue mi niñez. Mi padre suele contarme que cuando era muy pequeño, solía subir a su espalda mientras gritaba que era Gokú. No puedo recordarlo, pero no dudo que sea verdad. Bastante quejoso y aguafiestas, desde muy pequeño deseé ser alguien tan especial como los héroes que frecuentaba en el televisor. Fui creciendo con el sueño de vivir una mágica aventura alguna vez. Recuerdo con una sonrisa que, a la edad de 11 años, cuando empezaba a leer los libros de Harry Potter, mi máxima ilusión era recibir una lechuza con la invitación al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Nunca, por supuesto, una invitación entró por mi ventana, pero eso no hizo que el relato perdiera su gracia: la magia siempre sera fabulosa para mí.
La música siempre ha influido en mi. Sea lenta, pesada, bailable, depresora: la música me inspira. Sin música, dice mi abuelo materno, el corazón no se alegra. Cierto. He aceptado que soy adicto a tener audífonos en todo momento. Ha sido así desde que tuve un reproductor de Cd's portátil marca Walkman. Poco a poco perderé el sentido del oído: no me molestará aparatos auditivos. He sabido siempre que todo tiene sus consecuencias. Uso gafas porque porque solía desvelarme leyendo libros de Harry Potter en la oscuridad de mi cuarto. La factura, sin embargo, llegó demasiado pronto. Pero lo entendí a partir de entonces.
Mis sueños de ser héroe y la música que suena siempre a mi alrededor complementan mi otra adicción: las películas o series variadas/extrañas. Jamás he sido amante de los deportes, los autos último modelo o las armas. Las películas de acción me enferman, me fastidian. Me divierten las comedias románticas que te obligan a llorar hacia el final. Con ese género aprendí que Adam Sandler, Jack Nicholson y Tom Hanks tal vez no eran aquellos malvados norteamericanos que aprendí a odiar desde que iniciémis clases de historia de México. Me emocionan las películas que muestran la realidad de nuestro país, o las que te adentran en la crudeza de las personas que sufren de enfermedades mentales. Me entretienen los filmes con competencias donde el ganador resulta ser el personaje más inesperado. Me fascina ver personas encarnando a otras personas con tanta dedicación.
Entonces, recapitulemos. César Salvador, quien gran parte de su vida ha sido quejumbroso y aguafiestas, siempre soñó son vivir aventuras mágicas, es adicto a la música y tiene un gusto especial en disfrutar tan sólo unas cuantas películas. Pero César había estado olvidando un detalle, un detalle que hasta hace poco a recordado y que le ha hecho pensar demasiado. Había olvidado que está a punto de cumplir 18 años. Había pasado por alto que estaba a menos de un año de entrar a la universidad, de convertirse en ingeniero, votar, conocer alguna buena muchacha, casarse y ser padre de familia. Había olvidado que ha crecido muy rapido, que ha conocido a personas entrañables, que ha sido muy feliz, que ha reído demasiado, llorado mucho y aprendido tanto. Sumergido en la cotidianidad de su vida de estudiante, no se había percatado de que, conforme va creciendo, las despedidas dejan de ser simples "Nos veremos pronto" como lo fueron en la primaria. Había olvidado incluso el hecho de que ha de empezar a tomar más enserio el papel que le toca en la historia si es que pretende que las futuras generaciones se emocionen y se aventuren también con su respectivo papel. Se dio cuenta de que no podría convertirse en mago que volaba en escoba, pero que era posible hacer magia con acciones, razones y emociones. Entendió que ha pasado 17 maravillosos años en una historia compleja, llena de diversos matices, que lejos está de acabar.
Recordó de cuantas chicas se ha enamorado y se percató de que no sabe aun si ha aprendido a amar a alguna de ellas. Rió al recordar viejos conocidos, nuevos que se han ido y futuros que continúan en calidad de desconocidos. Tomó su teléfono, regalo de cumpleaños de sus padres, buscó música que lo animó muchísimos años atrás, se dejó llevar por su amiga la Nostalgia y escucho a su animada Memoria.
Para cuando hubo terminado, bajo a comer unas cuantas rebanadas de pizza puesto que, por más ninja, entrenador Pokémon, guerrero, ingeniero, adulto o joven que sea, fue o llegue a ser, hay cosas que nunca, por más que cambie, olvidará. Como su familia, sus sueños, sus ideas, sus victorias, sus derrotas, su enorme deseo de ser alguien excepcional... y su gran meta de aprender a decir te amo con algo más que palabras, llegando más allá del corazón.
Para cuando hubo terminado, bajo a comer unas cuantas rebanadas de pizza puesto que, por más ninja, entrenador Pokémon, guerrero, ingeniero, adulto o joven que sea, fue o llegue a ser, hay cosas que nunca, por más que cambie, olvidará. Como su familia, sus sueños, sus ideas, sus victorias, sus derrotas, su enorme deseo de ser alguien excepcional... y su gran meta de aprender a decir te amo con algo más que palabras, llegando más allá del corazón.
awwwwwwwwwwwwwww que bonito conde , yo tambn soñaba con estar con barnie algun dia de ser de las niñitas que aparecian en el programa pero nunca se me iso realidad :(
ResponderEliminarwera(:
Yo siempre quise ser un supervillano y tener mi ejército de robots.
ResponderEliminarO ser un Sith.