MerryGoRound

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viernes, 7 de mayo de 2010

En aquéllos momentos.... él deseó que ella estuviera acompañándolo siempre.

El joven bajó del barco y contempló la bahía. La separación del mar con el cielo era difícil de percibir. Las olas, con gran fuerza, golpeaban las rocas cerca de la costa y le daban al mar un aspecto peligroso y aun más llamativo. La gente avanzaba de lado del joven con prisa, sin detenerse a observar las maravillas que tenían a su lado. 

El joven prosiguió su camino según lo acordado: llegaría al orfanato West´s Bay. El joven recientemente había quedado huérfano: sus padres habían fallecido en un accidente aéreo y, al no tener familiares cercanos que pudieran hacerse cargo de él, se decidió que aquél joven se fuera a vivir a West´s Bay.  

Llegó cerca de las 6 de la tarde al orfanato. Su aspecto era imponente pero descuidado; era evidente la falta de higiene por lo menos en la parte externa del mismo, sin embargo, al parecer era un antiguo castillo cuyo dueño había donado antes de morir para una causa noble. Al joven aquélla historia contada por la Sra. Silb (la encargada del orfanato) no le provocó sentimiento alguno: él había cambiado.

-Así que tu nombre es Red ¿eh? ¡Que curioso nombre!-.
El joven asintió sin expresión alguna en su rostro. Red era una persona diferente desde el accidente de sus padres: de un joven siempre sonriente y soñador, se había convertido en algo muy cercano a un fantasma, no hablaba, no reía; aquél sentimiento que llamaba felicidad para él estaba lejos, muy lejos...
-¿Y tu apellido?-.
-Me apellido Black-.
-¡Pero que interesante! Parece que tus padres amaban los colores- la señora Silb intentaba tantear el terreno. Sabía muy bien la historia de Red, pero su deber era hacerlo sentir en casa; al fin y al cabo Wet´s Bay sería su nuevo hogar.
Red sólo se encogió de hombros sin responder.

-Estoy segura que te sentirás muy agusto con nosotros Red.- la señora Silb lo llevaba hasta su habitación -Pero debo decirte algo: compartirás habitación con alguien. Lamentablemente el orfanato también tiene limitaciones, y una de ellas son las habitaciones. Te ruego nos disculpes, pero te puedo asegurar que disfrutarás la compañía de tu compañera de habitación-.
-¿Compañera?-.
-Así es. Dormirás con la señorita Louise Finnigan-.

Al llegar a la habitación, Red se encontró con Louise. Aparentaba ser al menos un año menor que él, pero poseía un semblante sereno y, a decir verdad, bastante atractivo. Red no dijo nada, pero internamente empezó a sentir una aversión con Louise, ¿con qué derecho aquélla chica podía disfrutar de la tranquilidad estando en un orfanato?
-Muy bien querido, te dejaré para que acomodes tus cosas- la señora Silb no pudo pasar inadvertido el hecho de que Red sólo llevaba una maleta -y espero que puedan empezar a conocerse. ¡Por cierto, casi lo olvidaba! Red querido: la cena empieza a las 8 en el gran comedor; segunda puerta a la derecha depués del vestíbulo- agregó guiñándole un ojo mientras salía, cerrando la puerta tras ella.

-Hola Red, mi nombre...-.
-Te llamas Louise, ya lo sé-.
Louise percibió la brusquedad de su nuevo compañero con rapidez, pero prefirió pasarla por alto. Al fin y al cabo, si serían compañeros, era mejor conservar una buena relación.
-¿Qué es eso?- inquirió Red con un repentino interés.
Tras la puerta del dormitorio, en la pared, trazada con gis, había un extraño dibujo. Red estaba seguro de que era...
-¿Es una puerta?-.
-Así es- asintió Louise tranquila -Me encanta imaginar que en algún momento podría salir de este orfanato para vivir con una familia que me quiera como su hija, por eso dibujé la....-.
-Que tontería- Red la miraba con un semblante molesto -Es obvio que nadie saldrá de aquí. Nadie quiere a chicos como nosotros-.
-¿Chicos como nosotros?-.
Red no hablo ya. Para él aquellas ideas positivas y sueños para con el futuro eran historia. Él tenía que afrontar la realidad de la muerte de sus padres y nada le haría cambiar de parecer con respecto a aquéllo.
-Si te refieres a que debo perder la esperanza, eres tú quien pierde el tiempo. Si he perdido ya a mi familia, un hogar, y lo único con lo que cuento ahora es con la esperanza de ser querida por alguien, no pienso dejar ir lo único que poseo por el momento-.
-La esperanza no es más que un conjunto de sueños- Red la miró a los ojos -Aquéllos que viven soñando sin asumir que el mundo es crudo, son los que sufren más con el paso del tiempo- su mirada se endureció.
-Y sin embargo, aquellos que sufren mientras viven soñando, son capaces de secarse las lágrimas y continuar caminando, mientras que las personas que viven en una cruel batalla y se la pasan quejando de su mala suerte, solo consiguen éso y más: mala suerte- Red no dijo nada, pero la forma en que Louis hablaba, con tranquilidad y sin duda alguna, lo hacían sentir desencanchado.
-Pero aun así- replicó Red de repente -Si nos obstinamos en ver un mundo perfecto, al final descubriremos que éste no lo es, y que habremos de enfrentar problemas y tristezas difíciles-.
-¿He dicho acaso que hay que creer en un mundo mágico en el que uno no siente tristeza alguna?- Red levantó la vista con asombro -Por favor Black: ambos hemos vivido muchas tristezas, tristezas de las cuales muchos muchachos de nuestra edad ni siquiera se imaginan, y aun así, aquí seguimos, se nos ha dado la oportunidad de continuar por el sendero-.
Red ya no dijo nada. A decir verdad, si analizaba lo que Louise había dicho, la descripción de la mala suerte era idéntica a la suya. Desde la muerte de sus padres Red había asumido que el mundo, sus habitantes, y aquél poder superior en el que la gente creía y del que tanto hablaban, lo odiaba. Creía que tenía mala suerte y se pasaba quejándose en su interior.

Louise se acercó y tomo del brazo de Red en un gesto de cariño sincero. Red aceptó el gestó y en aquél momento, en aquél instante, él deseo gozar de su compañía por siempre. Asi sería, se dijo. Desde aquél momento, Red se propuso a cuidar y velar por Louise, pero...

-¡Red!-.
Red levantó la vista. Louise era arrastrado por algo o alguién aparentemente invisible. De un momento a otro, Louise se hallaba a escasos centímetros de la puerta de gis dibijada en la pared.
-Louise, ¿qué pasa?-.
-No lo sé, ¡ayúdame!-.
Red se abalanzó para tomarla del brazo. Faltaban 10 centímetros, cinco centímetros, sus dedos estaban a punto de tocarse...
-¡Red!-.
No pudo tomarla. Louise desapareció por el dibujo en la pared como si de una puerta real se tratase.
Red se apresuro a golpear la pared...
-¡Abrete! ¡devuélvela!-.
La pared reaccionó al quinto golpe: un halo de luz rodeó el contorno del dibujo de la puerta. De repente y sin imaginárselo Red, una extraña voz habló desde el centro del dibujo.
-¿Deseáis entrar por el portal para rescatar a vuestra amiga?-.
Red retrocedió. EL dibujo era ahora un enorme rectángolo azulado. Sin duda alguna si se adentraba en él, llegaría hasta algún lugar... el lugar donde Louis...
-¡Chicos, a cenar!-.
Red levantó la cabeza. Tenía tres opciones: bajar y hacer como si nada hubiera pasado, bajar y avisar a la señora Silb de lo acontecido o...
"Aquellos que sufren mientras viven soñando, son capaces de secarse las lágrimas y continuar caminando, mientras que las personas que viven en una cruel batalla y se la pasan quejando de su mala suerte, solo consiguen éso y más: mala suerte"
-¿Qué deseáis? ¿cuál es vuestra desición?-.
Red se apartó de la pared y se acercó a su maleta. La abrió y sacó lo único que necesitaba: la foto en la que él sonreía con su madre y su padre. La guardó en su bolsillo derecho y, dirigiéndose a la pared, mencionó...
-Os ruego que me llevéis hasta donde Louise Finnigan se encuentra-. 
Se acercó a la pared y, apunto de entrar en ella, mencionó algo más...
-Yo me encargaré de traer de vuelta a mi compañera-.

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