MerryGoRound

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domingo, 20 de noviembre de 2011

Mi nombre es César Salvador, tengo 18 años. Asisto al Instituto Tecnológico de Poza Rica, y estudio una Ingeniería en Sistemas Computacionales. No sé mucho sobre Dios. Nunca he sabido mucho. Siempre he sentido un desapego a la religión, un desapego que derivó en un total desinterés. Crecí con la idea de que cada individuo crea su futuro, trabajando su presente y extrañando su pasado. Siempre fue así, eso es lo que solía creer. Es por eso que nada me preparó para lo que sucedió aquél 16 de septiembre del año 2012. El día en que el cielo habló por primera vez.

Dark Blue Sky
Capítulo I: La llegada del mensajero

Opening: Asian Kung-Fu Generation - After Dark


-¡Conde, ¿me escuchas?
-¿Eh?
Alejé mi vista del cielo nublado que se filtraba a través de la ventana y me encontré con una chica de mi edad con cabello castaño y expresión exasperada.
-¡Te estoy hablando! Te preguntaba si estaba bien reunirnos mañana para realizar el proyecto de Fundamentos de la Progamación. 
-¿Mañana? Mmmh... No creo tener problema si nos reuniéramos por la tarde. Tengo cosas que hacer por la mañana ¿Qué te parece si nos vemos a las cuatro en mi casa?
-Me parece perfecto. Entonces mañana terminaremos eso. 
-Está bien. ¿Oye, es cierto que mañana viene Daniel a la ciudad?
-Sí. De hecho llega hoy en la madrugada. Acordamos que este puente vacacional él lo vendría a pasar a mi casa y el siguiente yo lo pasaría con él.
-Oh, ya veo.
-¿No te gustaría ir a visitarlo?
Desvié mi vista y toqué mi cabello.
-No sé si pueda. Ya veremos. ¿Ya te ibas, no es así?
Ella notó el cambio de tema, pero continuó la charla con naturalidad
-Sí, sólo necesitaba dejar arreglado esto.
-Ok. Que descanses Karina, nos vemos mañana.
-Lo mismo digo- afirmó mientras se despedía con un beso en mi mejilla.

La vi salir del salón moviendo su larga cabellera. Había crecido mucho desde la preparatoria. Karina Granados García había asistido al mismo bachillerato que yo, y ahora cursaba conmigo la carrera. Solía sentarse justo enfrente de mí en el tercer año, fue por eso que se desarrolló entre nosotros una especie de rara amistad. Digo rara porque no éramos los mejores amigos ni nada por el estilo. Éramos compañeros que se ayudaban mientras se necesitara. Era más bien una amable relación de beneficio mutuo. No por ello quiero decir que no la considerara una amiga: la apreciaba, y mucho. Ella era una de las grandes amistades a las que extrañaba mucho. Mis amigos, en su mayoría varones, se sentaban cerca de mí también. Justa detrás de mi asiento, se hallaba Roberto Álvarez Valdivia. Él y su hermano Alejandro eran sinónimo de gratos recuerdos. Después de todo, había experimentado con cada uno gratas, tristes y decepcionantes experiencias. Por desgracia, ambos se fueron a la ciudad de México, a estudiar en la UNAM. Con mucho esfuerzo y dedicación, ambos lograron entrar. Todavía recordaba con nostalgia las tardes en que estudiábamos juntos para los exámenes de admisión de cada universidad, y las caras de enorme satisfacción de sus padres al saber que ambos lo habían logrado. Esos dos. Estaban locos y eran extrañamente flojos, pero eran fieles y extremadamente listos. Daniel solía bromear sobre ello. Dany: uno de los amigos más entrañables que había tenido. Se había ido a Xalapa junto con sus hermanos debido al constante trabajo de su padre en esa ciudad. Recuerdo todavía que, aunque nunca lo dijo, siempre quiso quedarse a estudiar aquí. Sus ojos y sus acciones lo decían y su despedida durante la ceremonia de graduación lo gritó. Yo tampoco quería que se fuera. Ni él ni otro de mis amigos. No quería que sucediera lo que sucedió con Fermín, pero teníamos que separarnos. Habíamos acabado la preparatoria después de todo. Teníamos ya 18 años.

Guardé mis cosas como de costumbre y, tras colgar mi mochila en mi espalda, salí del aula con tranquilidad. A pesar de ser un día nublado, las corrientes de aire eran fuertes. Mientras bajaba las escaleras del edificio, llamó mi atención una cartulina color amarillo con letras negras que apenas había sido pegada en la pared. Hablaba sobre terremotos y las recomendaciones a tomar ante ellos. Me pareció irónico. Apenas una semana atrás el país entero había experimentado una serie de terremotos. Había sido, de hecho, algo muy curioso. Aunque todos decían haberlo sentido, nadie lo había visto. Con verlo me refiero a sus estragos. Al parecer las únicas zonas afectadas habían sido bosques y zonas rocosas a las afueras de las ciudades. En los noticieros no se hablaba de otra cosa. Numerosos geólogos e investigadores afirmaban que el fenómeno había ayudado al hallazgo de varias piezas y escritos de civilizaciones antiguas. Afirmaban que, a pesar de no haberlas descifrado aún, estaban seguros de que guardaban grandes secretos. Obviamente, la prensa difundió la noticia alrededor de todo el país, tanto dentro como afuera. Otros países, como Estados Unidos, Australia y Japón, afirmaban que habían experimentado situaciones similares no hacía mucho. Y entre dimes y diretes, toda la gente se preguntaba cuál sería el gran descubrimiento en aquellas piezas encontradas. Dedo admitir que yo también estaba a la expectativa.

Al salir del edificio y encaminarme a la entrada principal, me encontré con varios muchachos de mi generación que fumaban y reían con gran algarabía. Tan sólo verlos me entristeció y enfureció al mismo tiempo. Eran, me dije, un desperdicio para la sociedad. Millones de chicos como ellos pasaban sus días tomando, fumando, drogándose y disfrutando de las alegrías y tentaciones que su juventud les ofrecía. Repudiaba verles tan contentos, pero no lo expresé mientras pasaba a su lado. Uno de los muchachos me invitó a unirme a su conversación, alegando que dentro de unos minutos irían a una fiesta en su casa. Agradecí y rechacé la oferta con una punzada de coraje en mi estómago y, moviendo las llaves entre mis dedos, seguí caminando hacia mi auto, un llamativo y bien cuidado Volkswagen color rojo que mi padre había comprado dos años atrás para nuestro uso personal. Hacía poco que había aprendido a manejarlo. Mientras entraba al estacionamiento, nuevas ráfagas de viento azotaron con fuerza y rapidez el suelo. Miré hacia arriba y me encontré con un cielo ya no nublado, sino oscuro con truenos y rayos que empezaban a hacerse presentes. Me imaginé que un huracán o una tormenta tropical se aproximaba a las costas (algo ilógico puesto que el reporte meteorológico de aquel día no lo había anunciado o reportado). Varias personas que pasaban a mi lado empezaron a apresurar el paso para llegar a sus autos y cubrirse de lo que parecía un inminente aguacero. Me uní a su prisa y, cuando estaba abriendo la puerta del coche, un repentino temblor hizo que resbalara y callera al suelo de sentón. A mi alrededor se escucharon gritos e, irónicamente, algunas risas. De repente, el sonido de un último trueno nos hizo estremecer.

Y entonces sucedió. Las nubes empezaron a separarse unas de otras y, ante la incrédula mirada de miles de personas en la ciudad, una enorme figura de color azul transparente se alzó ante nosotros y puso un dedo en sus labios, indicando que guardáramos silencio. Los gritos de asombro y terror fueron todos uno. Algunos empezaron a correr y otros entraron a sus coches dispuestos a huir del extraño ser. El extraño movió su cabeza de un lado a otro, como si estuviera decepcionado, y dijo algo con una voz que jamás olvidaré. Era profunda, fuerte y tranquilamente dura.
-¡Silencio, hermanos!

Nos quedamos inmóviles. Hablaba nuestra lengua, nuestro idioma. La figura extendió su mano derecha y, ante la mirada atónita de todos, volvió a hablar. Esta vez, al abrir sus labios, dirigió su vista al cielo.
-¡Mi padre me ha enviado para advertirles de todo lo que está por suceder!

En medio de toda aquella gente, me sentí insignificante: un pequeño insecto que se encuentra ante aquello que más teme. Ante su Dios.

Ending: UNLIMITS - Haruka Kanata

*Las canciones utilizadas no son de mi propiedad. Pertenecen a su respectiva disquera, y sólo las empleo para compartir con otros usuarios. Todos los derechos para Tv Tokyo y sus respectivos dueños.

1 comentario:

  1. Those were the days, the days we spent together and when the moment finally arrived we just could say "i´ll see you soon, i promise"

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