Fermín y yo nos conocimos en la preparatoria. En ese entonces ambos teníamos 15 años y estábamos llenos de ideas, pero también de miedos. Fue curiosa la manera en que hablamos por primera vez, podría decirse que fue casualidad: nuestro profesor de química me cambió de lugar al segundo día de haber iniciado el curso, justo un asiento detrás de Fermín. Así inició todo, con un simple cambio de asiento.
Ambos empezamos a hablar de meras trivialidades, y meses después éramos ya buenos amigos. Aún ahora me parece divertido y curioso: éramos (y somos aún ahora) demasiado diferentes. De hecho recuerdo que nuestro profesor de biología alguna vez me preguntó de frente "¿Cómo es que ustedes dos pueden ser amigos? No es normal, son 2 personas completamente distintas". Y así era. Él despreocupado y aislado, yo preocupadizo y responsable. Él indiferente y sarcástico, yo con mi terco deseo de seguir siempre las reglas. Pero teníamos cosas en común, a decir verdad. Nuestro gusto por algunas series, la computación, el terror a las chicas, el desprecio al feminismo, las historias de aventuras y ciencia ficción: soñábamos en grande, con intensidad y mucha imaginación.
Dos años pasaron volando. Desventuras, risas, historias, sueños, metas, decepciones, peleas y discusiones. Era mi mejor amigo después de todo, era normal que hubiera de todo. Pero Fermín nunca ocultó lo que sentía: no hallaba aquéllo que le impulsara a seguir adelante. La escuela, la sociedad, el mundo, daba lo mismo, aquello no significaba mucho para él. Nunca, en el tiempo que fuimos compañeros de clase, pareció responder una pregunta "¿Por qué es tan importante dar lo mejor que se tenga si al final no siempre se logra lo que se quiere ni se puede seguir siendo uno mismo?" Poco le importaron nuestros consejos, y para el final del segundo año había reprobado tantas materias del curso que tuvo que abandonar la escuela. Por más que quisimos ayudarlo, resultó imposible: ni él mismo sabía lo que quería. Lo que el idiota cabeza dura jamás entendió fue que, incluso si eran sus decisiones las que tomaba, y las que se suponía sólo lo afectaban a él, también nos afectaban a nosotros, todos aquellos quienes lo estimábamos, pues inevitablemente en algún momento cada uno tuvo de decirle adiós.
Ambos empezamos a hablar de meras trivialidades, y meses después éramos ya buenos amigos. Aún ahora me parece divertido y curioso: éramos (y somos aún ahora) demasiado diferentes. De hecho recuerdo que nuestro profesor de biología alguna vez me preguntó de frente "¿Cómo es que ustedes dos pueden ser amigos? No es normal, son 2 personas completamente distintas". Y así era. Él despreocupado y aislado, yo preocupadizo y responsable. Él indiferente y sarcástico, yo con mi terco deseo de seguir siempre las reglas. Pero teníamos cosas en común, a decir verdad. Nuestro gusto por algunas series, la computación, el terror a las chicas, el desprecio al feminismo, las historias de aventuras y ciencia ficción: soñábamos en grande, con intensidad y mucha imaginación.
Dos años pasaron volando. Desventuras, risas, historias, sueños, metas, decepciones, peleas y discusiones. Era mi mejor amigo después de todo, era normal que hubiera de todo. Pero Fermín nunca ocultó lo que sentía: no hallaba aquéllo que le impulsara a seguir adelante. La escuela, la sociedad, el mundo, daba lo mismo, aquello no significaba mucho para él. Nunca, en el tiempo que fuimos compañeros de clase, pareció responder una pregunta "¿Por qué es tan importante dar lo mejor que se tenga si al final no siempre se logra lo que se quiere ni se puede seguir siendo uno mismo?" Poco le importaron nuestros consejos, y para el final del segundo año había reprobado tantas materias del curso que tuvo que abandonar la escuela. Por más que quisimos ayudarlo, resultó imposible: ni él mismo sabía lo que quería. Lo que el idiota cabeza dura jamás entendió fue que, incluso si eran sus decisiones las que tomaba, y las que se suponía sólo lo afectaban a él, también nos afectaban a nosotros, todos aquellos quienes lo estimábamos, pues inevitablemente en algún momento cada uno tuvo de decirle adiós.
Dark Blue Sky
Capítulo III: Invitación
Opening: Asian Kung-Fu Generation - After Dark
-Entonces todo es real, ¿¡verdad!? -mi amigo Fermín se escuchaba un tanto aterrado-.
-E... eso creo -respondí con la boca seca.
-¿Tú estás cerca? Parece que apareció por tu casa.
-Apareció justo frente a mi.
-¿¡Hablas enserio!? ¿Estás en el Tecnológico? ¿Estabas debajo de éso cuando apareció?
-Sí estoy aquí, pero no estaba debajo.Podía verle de frente, pero era enorme. ¿Dónde estás tú?
-En la parte alta de mi casa.
Ahora que me detenía a pensarlo, aunque la figura parecía enorme, pude verle por completo. Aun más confuso, si Fermín pudo verlo, y él vivía por la Independencia, cerca del bulevar principal de la ciudad, entonces cualquier persona había podido verlo.
-Fermín...
-¿Mande?
-¿Tú... tú escuchaste lo que dijo?
-Eso creo. Algo del amor, el odio y de una llave.
¡Madre mía, lo había escuchado además!
-Ferb... amigo mío, esto no es normal. Estás demasiado lejos como para...
-... como para haberlo escuchado, lo sé -completó mi oración con lentitud.
-¡Conde, Conde!
Alguien gritaba mi apellido. Volteé a mi alrededor, pero no logré distinguir a nadie.
-¿Fuiste tú Ferb? ¿Alguien está contigo que me conoce?
-Escuché claramente que fue allá. ¿Alguno de tus nuevos amigos, quizá?
Cuando me disponía a levantarme para averiguar quien me llamaba, llegó hasta mi Karina. Como se acercaba todavía gritando mi nombre, pude darme cuenta que era ella quien me buscaba.
-¡Conde han robado mi monedero, no puedo ir a mi casa! ¡No tengo nada de dinero para tomar un taxi! ¿Me podrías ayudar?
Acerqué el teléfono a mi oído de nuevo.
-Era Karina, debo irme Ferb.
-Está bien, luego hablamos. Espero que no se repita esto.
-Lo mismo digo, cuídate.
Colgué, pero al instante mi teléfono volvió a sonar. Era mi madre de nuevo.
-Súbete al auto -insté a Karina- yo te llevo a casa.
-¿Estás seguro? Sólo necesito algo de dinero para irme y ya después yo te...
-Insisto -le interrumpí- súbete rápido. Con toda esta gente tan agitada no podrás salir de aquí en al menos 2 horas.
-Está bien.
Mientras ella se acomodaba en el asiento del copiloto, contesté mi celular.
-¿Bueno? ¿Mamá?
-¿POR QUÉ MADRES NO ME CONTESTAS?
-Ma... mamá, tranquila, estoy bien. Es que entre tanta gente no podía...
-ME TIENES CON EL ALMA EN UN HILO, ¿ESTÁS BIEN?
-Sí, no te preocúpes, todo está bien. Aquí no pasó nada.
-¿CÓMO NO VA A PASAR NADA SI QUIEN SABE QUÉ COSA APARECIÓ EN EL CIELO Y EMPEZÓ A HABLAR? ¡TE QUIERO AQUÍ EN ESTE MOMENTO!
Alejé un poco mi oído de la bocina. Estaba realmente furiosa.
-Madre, ¿me estás diciendo que tú también lo escuchaste?
-¡TODOS LO ESCUCHARON! ¡INCLUSO EN LA TELEVISIÓN YA ESTÁN HABLANDO DE ELLO! ¡VENTE A LA CASA YA!
-Perdona, pero no puedo aún. Una compañera se lastimó y no puede salir de aquí por toda la gente que está rodeando el edificio, y le haré el favor de llevarla a casa.
-¿HABLAS ENSERIO? ¿NO PUEDE HACERLO OTRA PERSONA?
-Créeme que no, por eso me ofrecí.
-ESTÁ BIEN, ¡PERO MUÉVETE Y TE QUIERO AQUÍ EN MENOS DE MEDIA HORA!
Cuando entré al auto, Karina se me quedó viendo.
-No recuerdo haber dicho que estuviera lastimada -afirmó con cierto dejo de enojo-.
-Créeme, es más fácil así. Si le hubiera dicho que te llevaría sólo porque sí, no me hubiera dejado.
-¡Por eso te dije que sólo me prestaras dinero!
Miré a través del parabrisas y me quedé viendo el mar de gente que corría de un lado a otro como un enjambre de hormigas enloquecidas.
-Ve eso y dime si podrías salir -le espeté.
Ella cruzó los brazos y volteó a otro lado.
Encendí el auto y traté de abrirme paso entre los estudiantes. Fue en extremo difícil, pero tras unas cuantas maniobras y unos sonidos del claxon, logré salir del lugar y me dirigí entonces a la calle que bajaba hasta la altura del campo Ichante.
-Pudimos haber bajado por la 20 de noviembre -espetó Karina en voz baja-.
-No creo que hubiéramos podido -respondí- con el caos y la hora, nos hubiera resultado imposible bajar.
A pesar de lo dicho, me costó mucho trabajo avanzar en las calles. Varios carros y camionetas se abalanzaban unas sobre otras a grandes velocidades, e incluso los peatones atravesaban las calles sin precaución alguna. Tal parecía que todos habían visto y oído a aquella cosa. Algunos incluso corrían con las manos en alto. Logré distinguir en una esquina a unos testigos de Jehová que se abrazaban con grandes sonrisas y expresiones de regocijo.
-¡A aquella mujer casi la atropellan con su bebe por correr de manera tan imprudente! ¡Pero que gente tan loca! -exclamó Karina-.
La ciudad entera parecía una locura.
En cuanto estuve alado de "Salinas y Rocha", pregunté a Karina en dónde exactamente estaba su casa. Ella, ahora más tranquila pero aún sorprendida por las expresiones de la gente, me indicó detalladamente dónde girar. Cuatro minutos después me estacionaba frente a su casa, a la cual no presté mucha atención. En cuanto el motor se hubo apagado por completo, volteé a ver a la chica y sólo pregunté una cosa.
-¿De verdad esa figura era Jesús de Nazaret, el hijo de Dios?
Karina se encogió de hombros.
-No sé mucho sobre religión, así que no lo sé. De lo que estoy segura es de que algo apareció en el cielo: algo que no era humano.
Se dispuso a abrir la portezuela del auto cuando una voz conocida nos tomó por sorpresa a ambos.
-¡César, Karina! ¡Cuanto tiempo!
Dirigí mi vista a la pequeña puerta de la casa que un instante atrás había pasado por alto y observé salir a un querido y viejo amigo. Un poco más alto que antes (parecía que medía ya 1.80), y con el pelo visiblemente más largo, un Daniel de Jesús Yáñez Hernández de 19 años nos saludaba.
-¡Daniel, ya llegaste! ¿No se suponía que arribarías en la madrugada? -preguntó un tanto confundida Karina, pero también contenta.
-Pues ya ves, me adelanté jejeje -sonrió Daniel.
Me quedé sin habla. Hacía casi 1 año desde que no veía a Daniel. La última vez que lo vi nos habíamos despedido con la promesa de encontrarnos en alguna ocasión en el futuro. Fue durante la ceremonia de graduación de la preparatoria.
-Entonces, mi entrañable César-kun, tú también lo has visto, ¿verdad? -preguntó mi amigo con otra sonrisa.
Salí del auto y, antes de decir otra cosa, le estreché la mano con fuerza..
-Te he echado de menos, chiflado exagerado.
Daniel respondió al gesto visiblemente conmovido.
-Yo también los he extrañado mucho.
Antes de que dijera más, le di un fuerte abrazo como era mi costumbre para con aquellos a los que de verdad estimaba.
-Por cierto Karina, deberías entrar. Tu madre está muy preocupada por lo que pasó allá arriba. Las noticias tampoco ayudan mucho, los reporteros la aterrorizaron -inquirió Daniel-.
Karina abrió mucho los ojos y, tras soltar un "Tenemos que hablar", entró corriendo a la casa. Tan pronto entró, pregunté.
-¿Reporteros? No había ninguno cuando salimos de la escuela.
-Pues al parecer ya llegaron, porque desde hace aproximadamente 5 minutos están transmitiendo desde allá. Aunque tampoco debes sorprenderte: son reporteros de noticieros locales, no te imagines a López-Dóriga o a Loret de Mola.
Aun así me sorprendía. Sin duda a alguna el extraño acontecimiento había sorprendido a tal grado que se estaba esparciendo la noticia a través del país.
-¿Y tú que crees César? ¿Crees que si sea Jesús? -preguntó Dany mientras me observaba con atención-.
-No sé ni siquiera quien es de verdad Jesús, así que no puedo responder esa pregunta -respondí con cierta seriedad.
-Una respuesta digna de ti, amigo mio -sentenció Daniel-.
-Supongo, supongo -dije mientras rascaba mi cabeza-.
Se hizo un silencio un tanto incómodo, pero no lo sentí como tal. Había muchas cosas que preguntarle, pero no sabía cómo empezar. Por un instante olvidé lo que acababa de presenciar.
-Me pregunto que querrá decirme Pantoja... -susurró Daniel, absorto en sus pensamientos-.
-¿Pantoja? ¿Gabriel Pantoja?
-Sí -medio respondió Daniel-.
-¿El Gabriel Pantoja que nos impartió de Física el año pasado?
-El mismo. Resulta que hace dos días habló con mi padre por teléfono y le pidió que me dejara venir a la ciudad porque tenía algo muy importante que decirme.
-¿Algo muy importante? -pregunté con interés- Pensé que venías por Karina.
-En parte, pero también vine por él, por lo que le dijo a mi padre... -afirmó Daniel-. Lo cierto es que aprovechando que corrieron el puente vacacional por las festividades patrias, mi padre me dejó venir.
-¿Y qué crees que quiera decirte?
-No lo tengo muy claro. Pero le dio a mi padre una advertencia extraña.
-¿Cuál?
-Que no creyera todo lo que escuchaba de arriba.
-¿Así sin más? ¿De arriba?
-Sí, y tranquilo, nosotros tampoco lo entendimos, pero ahora.... -inquirió con tono misterioso-.
Creí entender su gesto.
-¿Te refieres a aquello que habló?
Se encogió de hombros.
-No lo sé en realidad -exclamó con desánimo- pero eso no fue todo.
-¿Les dijo algo más? -pregunté con ansiedad-.
-Mi padre me lo acaba de decir ayer -confesó mientras me veía con una mirada preocupada-. Resulta que le dio una indicación, o mejor dicho una condición, para que pudiera verle.
-¿Y cuál fue? -pregunté con curiosidad-.
-Que no fuera solo a verle. Que fuera con un amigo en quien de verdad confiara.
-¿Un amigo en quien de verdad...?
- César, necesito que me acompañes a verlo mañana -soltó Dany con decisión.
Ending: UNLIMITS - Haruka Kanata
*Las canciones utilizadas no son de mi propiedad. Pertenecen a su respectiva disquera, y sólo las empleo para compartir con otros usuarios. Todos los derechos para Tv Tokyo y sus respectivos dueños.
Suddenly the sky was opened and the hand, his hand,the hand of god blessed the ones who had believed ih his words... and then the crimson fire came acrosss the land...
ResponderEliminarinteresante, espero no ser un personaje secundario nada mas.
ResponderEliminarme gusto como manejas los dialogos, conde, si suenan a nosotros.