Son las tres de la mañana, no tengo sueño si he de ser sincero. Hacía mucho tiempo que no escribía nada, a decir verdad bastante tiempo. Y es que en realidad este espacio se convirtió para mi durante algunos meses en una especie de diario donde expresaba mis ideas, algunas aspiraciones, mis vivencias más ridículas, mis aventuras con mis amigos, mis poemas, la música que me gustaba pero principalmente pequeñas historias que nacían en momentos muy específicos y las cuales jamás terminé. Ninguna. Si soy sincero, pienso en esta como mi último escrito por aquí en algún tiempo. Lo sé ¿Cuál es el sentido de escribir de nuevo en este lugar si no lo volveré a hacer pronto? Bueno, sucede que esta noche mientras escuchaba música en mi Ipod (sí, como sucedía casi siempre que deseaba escribir en el pasado) me encontré con algunas de esas canciones viejas que cargan recuerdos consigo, las que al escucharse parecen armonizar un fragmento de tu película de vida, aquellas que te ponen melancólico y te hacen reflexionar de lo que vives, lo que quedó atrás y cuan importante fue en tu vida.
Y esto me lleva a hablar de la foto que está arriba. Esta muestra una parte de lo que yo llamo mi "locker", una especie de armario donde guardo mis objetos personales. Como pueden ver, comparto con ustedes algunas de mis pertenencias, sin embargo las piezas más importantes de este lugar están en la parte de atrás del mismo. Como puede apreciarse, guardo con cariño una foto de mis compañeros del último año de preparatoria, el grupo de "Exactas" de la ESBO #8. Y al nombrar a esta escuela abro entonces un libro que llena gran parte de mi vida hasta este momento, un capítulo que hace aproximadamente un mes cerré con honradez, orgulloso y al mismo tiempo lleno de expectativas. Así es, pronto entraré a la universidad. De hecho estoy a escasos 3 días de empezar esta nueva etapa y no mentiré: me llena de emoción y adrenalina. Soy de ese tipo de personas que suele sugestionarse con lo que le cuentan los demás e incluso a veces soy exagerado, es verdad, y sin embargo no puedo más que sonreír cuando hablo de la que se convertirá en mi "Alma máter". Después de todo, no muchos jóvenes cuentan con la oportunidad que en este momento se nos presenta tanto a mi como a mis amigos y no sólo eso, estoy entusiasmado por que sé que este plantel me brinda infinidad de oportunidades para sobresalir y explorar los campos de aquellas ramas laborales que me agradan. En fin, como dije, hablar de esta nueva etapa a punto de iniciar me llena de felicidad.
Y sin embargo, existe una pequeña parte muy dentro de mi cabeza (no me gusta referirme a ella como "el corazón") que está triste, y al mismo tiempo llena de júbilo. Esta parte debate continuamente sobre lo que sucedió mientras estudié seis años en la escuela ya mencionada (pero sobre todo sobre lo sucedido en la preparatoria). ¿Por qué? Sencillo: durante estos años aprendí infinidad de cosas, conocí a personas que han marcado mi vida desde el momento en que cruzamos palabras y, sobre todo, he cometido tantos errores y he sido tan feliz que es inevitable que hable sobre extrañar lo que dejo atrás. Es por eso que objetos que me recuerdan esta etapa son tan importantes para mi, como la fotografía de todos, los regalos de cumpleaños, los detalles, mis inseparables cartas. Porque en este momento gran parte de lo que el día de hoy soy se debe a mi familia y a esa escuela.
Tan sólo al recordar la secundaria sonrío. No me agradó mucho esa etapa, y aunque sea vergonzoso debo decirlo: fue en ella donde más errores cometí, donde más solo me sentí y donde me sentí perdido en cierto punto. No me creo el único; esa etapa en particular empezó entre mis doce o trece años, pasaba de la infancia a la adolescencia y obviamente la clásica confusión del chico se hizo presente. Tuve problemas con mis padres, fui malo con mis hermanos y aunque afuera era siempre el chico listo y maduro que a los profesores agradaba, por dentro me sentía un poco solo, un bicho raro que no tenía amigos de verdad. Fue en mi segundo año de secundaria cuando conocí a un pillo que se convirtió en mi amigo, mi apoyo, mi hermano: Alejandro. Por esos años ambos estábamos perdidos, cada uno sumido en sus propias dudas, y sin embargo no puedo negar que nos encontramos en el momento justo. Ambos, unos soñadores locos (¡lamento si esto te ofende gran amigo!), hablando de música, Naruto, la vida, la historia, en fin: tópicos jamás nos faltaron. A partir de el encuentro con este muchacho las cosas fueron más sencillas. Ambos compartíamos problemas, y sin embargo juntos nos divertíamos junto al caos usual de la escuela. Fueron divertidos esos tiempos. De esa amistad aprendí una gran lección: la arrogancia puede ser el peor enemigo de cualquier persona.
Y pasó el tiempo y pronto la secundaria terminó y llegó la hora de avanzar a la preparatoria. Recuerdo borrosamente cuan nervioso estaba ante los resultados de admisión. Arrogante como siempre, no estudié ni un poco para el examen de selección aún sabiendo que mis conocimientos eran aceptables más no altos. Fuera como fuera y entre el nerviosismo y la duda, logré entrar a la preparatoria; la misma suerte tuvo mi inseparable amigo. Pero una ley de la vida se hizo presente justo antes de empezar el nuevo juego: "Nada es para siempre". Y yo quedé en el grupo "B" y él en el "A". Y de pronto me sentí solo de nuevo. Ahora veo que todo depende de donde se mire: siempre bastará con ser amable y tolerante para encontrar un nuevo amigo, pero yo siempre confundido en ese momento no lo entendía. Al fin y al cabo, mi primer día de bachillerato lo pasé cerca de algunos conocidos de mi anterior salón de clases. No pintaban bien las cosas, pero era cuestión de acostumbrarse pensaba. Para el segundo día por simples azares del destino y como muchas veces he contado a quien guste escucharme, el ahora director del nivel de secundaria, el profesor Ignacio Orozco me cambió de lugar y justo entonces encontré a quienes se convertirían en mi nuevo equipo de trabajo: Fermín Leonel, Roberto Álvarez (quien curiosamente es el hermano de Alejandro) y Osvaldo García. Debo ser sincero, mi primera impresión de Fermín fue "es un pobre imbécil". A decir verdad actuaba extraño y en un principio no fue particularmente amable. Roberto por el contrario era en extremo reservado y Osvaldo por el contrario sumamente era accesible. Ellos ya se conocían de secundaria y de alguna forma eran capaces de trabajar juntos. Con el paso de los días sin embargo fui conociendo aspectos de la historia de cada uno. De Osvaldo, el brillante joven proveniente México hacía poco más de un año (y quien pronto se convirtió en uno de mis grandes rivales, ambos haciendo la promesa de lograr un promedio excelente al terminar la preparatoria), pero sobretodo Fermín, el chico solitario de secundaria que solía pasar muchas horas con su único amigo y quien en esencia no era malo pero había aprendido a defenderse de la gente de maneras peculiares. Y pronto empecé a hallarme a gusto en ese lugar. Me agradaban esas tres personas, a quienes se les uniría después una amiga que se definió por su sinceridad, su valentía, su forma tan peculiar de ver las cosas y su positivismo: Berenice; disfrutaba su compañía, la de cada uno en su respectivo momento y lugar, reíamos juntos, bromeábamos en algunas ocasiones juntos y seguíamos creciendo. En particular hallé en Leonel a un gran amigo, creativo y un tipo siempre aburrido en busca de entretenimiento. A decir verdad siempre fue divertido estar a su lado haciendo quien sabe que tanta estupidez. Y luego conocimos a Omar, el chico callado de hasta atrás que pronto nos mostró su gran afición por el juego de cartas Yu-Gi-Oh y que curiosamente yo como muchos jóvenes solíamos jugar cuando niños en el jardín de niños o la primaria. Y pronto entre él y Fermín también nació un sólido compañerismo, una especie de fraternidad y entendimiento mutuo. Con el profesor Mendoza enseñando matemáticas extremas, las clases extrañas de Geisar, los cansancios en cada hora de Mary Carmen y los chistes del profesor Ignacio quien impartía química el primer año transcurrió rápido. Y me sentía más seguro y feliz. Veía con agrado a tal muchacha, empezaba a escribir cada vez más y Leonel me alentaba con expresiones de agrado. Fue por esos tiempos donde nació este blog, donde regresé a jugar cartas con mis amigos y todo transcurrió entre risas, poemas y aventuras.
Llegó entonces el segundo año, y aquí las cosas cambiaron. Hace poco, hablando con una chica muy peculiar, Vania, ambos coincidimos en una opinión: fue en el segundo año donde muchos nos separamos, donde muchos nos dejamos guiar por el "yo" en vez del "todos" y fue entonces cuando muchas cosas se salieron de control. Ahora que veo las cosas desde una perspectiva un poco, tan sólo un poco más objetiva, me doy cuenta de que en cierta forma yo fui una de las personas que evidenció esa especie de inmadurez que se debatía entre el deseo de crecer aún más y ayudar a otros a hacer lo correcto. No pretendo extenderme en el tema pero lo que sí puedo decir es que con el tiempo y ante tantos errores aprendí otra gran lección: "No puedes pretender ayudar a cambiar el mundo si no estás seguro de lo que eres tú". Y justo en este proceso de risas, juegos, caídas y más aventuras me doy la oportunidad de conocer a quien antes vi con recelo: a mi ahora incondicional amigo y compañero Daniel Hernández, un chico tan peculiar como pocos los había, visto como rebelde y problemático incluso en un principio por mi, con ideales diferentes, similares, iguales a los míos en fin, un joven diferente, listo, con un sincero sentido de la amistad y uno de la justicia con el cual solía tener problemas al no siempre concordar. Sea como sea las cosas siguieron el curso que les dimos y más rápido de lo que imaginamos nos encontramos en el tercer año sin Fermín (quien salió de la escuela por prácticamente decisión propia), en grupos separados (esto debido al área que cada uno debía tomar de acuerdo a su predilección con respecto al campo laboral en el que se pretendía trabajar) y cada vez más cerca a la universidad.
Y fue en este último año donde al menos yo empecé a notar cada vez más lo importante que había sido esta etapa a lo largo de mi vida. Pero soy sincero respecto a eso, muchos compañeros que tuve siempre me vieron como a un idealista, un tonto al valorar las pequeñas acciones que en algunos veía, y no los culpo: yo mismo a veces me enrredaba entre mis ideales, muchas veces no los seguí tal y como los hablé e incluso caí en el pesimismo de otros, más veo ahora con agrado que en esencia sigo creyendo lo mismo, que ayudar a los demás y tratar de entender su pensar y actuar puede darte una pauta para hacer algo por ellos e incluso aprender de lo que te brinden o lo que no deseen concederte. No lo negaré, quizá el último año fue el más fragmentado probablemente debido a que para ese momento cada uno tenía ya un grupo establecido de amistades, un grupo del cual provenía y una faceta muy marcada de su personalidad. Sé perfectamente que hay quienes siguen afirmando que en realidad fuimos un asco como grupo, que nunca fuimos unidos o solidarios y que fracasamos en términos de solidaridad. Hasta este momento no he llegado a compartir esa idea, aunque soy objetivo y digo que tuvimos errores. Sea como sea, para mi el grupo "Exactas" fue una gran experiencia, divertida, maravillosa al brindarme la oportunidad de reencontrarme con viejos amigos (Como Luis, un amigo al cual le debo muchas lecciones y a quien le guardo un gran cariño, o Heliodoro, con quien resolví muchas viejas rencillas de la secundaria, o Erick, un muchacho a quien rápidamente agarré cariño por su franqueza en fin, podría hablar hasta de las muchachas que llamaron mi atención durante este último año pues a mi parecer fueron muchas las personas que hicieron de este tiempo algo más que un ciclo escolar). Este último año me mostró muchas facetas de los adultos, de mis profesores me llevo muchas lecciones, me llevó ese desafiante intento de enseñanza de mi maestra de Filosofía, me llevo el peculiar detallismo de mi maestra de Probabilidad y Estadísticas, me llevo las frases de ambos Mendoza y Pantoja en fin, para mi este año no fue nada malo. A decir verdad fue uno que me permitió ver otros puntos en este extraño campo que llamamos vida. Me di la oportunidad de escuchar a quienes antes simplemente evite y traté de compartir con muchos positividad y alegría. No estoy arrepentido de lo que hice. Sé que incluso ante tantos errores de todos he aprendido algo y por ello doy gracias. Pues por ellos soy quien en este momento escribe esto, por ellos ahora entiendo aún con mayor claridad la importancia de la palabra "amigo", lo fundamental que es la "positividad" ante tantos problemas y lo útil que es tener preciso lo que ser un "hombre" significa dejando lado todo machismo e ideas viejas y maltratadas. Porque sólo retomando aquellos valores que muchos defendieron en el pasado y mejorando lo ya hecho se puede seguir adelante.
Esta noche escuchaba música sin poder dormir. Desconozco en realidad si he de dormirme pronto. Son ya pasadas las cuatro y media de la madrugada pero el sueño aún no me vence. Me siento nostálgico, feliz ante tanto que he aprendido, triste al saber que las cosas no serán tal y como lo solían ser en la preparatoria, ansioso ante un nuevo inicio y bueno, un poco adolorido del cuello al no estar una posición muy conveniente para escribir jejeje. El punto es que sigo aquí y por mucho que piense en todo lo que viví con cada persona especial en esa escuela no lo traerá de vuelta. En realidad no se puede traer de regreso algo que se lleva tan clavado en el corazón. Hace unas horas mi amigo Omar comentaba viejas fotografías en Facebook. Cada una simbolizando un momento, cada una particularmente especial. "¿Ataque de nostalgia?" pregunté. "Aburrimiento" me dio a entender.
Tal vez me suceda lo mismo, tal vez simplemente tuve la necesidad de hablar de ello antes de dormir. Sea como sea no dejaba de pensar en ello y como no sucedía en mucho tiempo tuve deseos de redactarlo. Ahora debo decir adiós, pero no por mucho. Le prometí a una persona especial que las cosas al separarnos no serían diferentes, que el hecho de estar lejos no tenía que arruinar lo mucho que nos apreciábamos. Le prometí que si en verdad lo deseábamos estaríamos siempre en contacto. No sé si pueda demostrarlo, pero sé de antemano que son las promesas más difíciles las que mayores sentimientos llevan consigo. Por el momento debo seguir adelante y disfrutar de las nuevas aventuras. Quizá en un futuro escriba sobre ellas aquí, pero no puedo saberlo aún y francamente no tiene sentido gastar tiempo pensando en ello. Vivamos el presente, guardemos con agradecimiento el pasado, aceptemos su existencia, aprendamos de nuestras caídas y tengamos la entereza para sonreírles a otros. Esa es una de las tantas de misiones que nos tienen aquí. Quizá más adelante hable diferente pero no importa. Mi único deseo es no caer en el pesimismo de muchos mayores. Quiero heredar un verdadero futuro, no fantasmas del pasado; quiero ser como mi madre y mi padre, quiero proteger aquello que tanto ame; quiero a mis amigos conmigo y, por último, quiero realizarme como ser humano para, como siempre lo he dicho, tener la dicha de llegar a viejo sordo y contarles a mis nietos tanta desventura a esta edad la mía.
Hasta pronto amigo, los llevo siempre conmigo: a todos lados, en el alma. Después de todo no por nada mi palabra favorita es Kizuna.
César Salvador
Vivamos el presente, guardemos con agradecimiento el pasado, aceptemos su existencia, aprendamos de nuestras caídas y tengamos la entereza para sonreírles a otros.
ResponderEliminarEso fue interesante.