Nunca debí haber cruzado palabra contigo...
Si no lo hubiera hecho, todo hubiera sido distinto...
Ahora me arrepiento de lo que he encontrado, a la vez que me pregunto...
Si es acaso esta... la felicidad eterna que todos durante largo tiempo han estado buscando...
Kōfuku no kensaku de wa seizon no gēmu: La búsqueda de la felicidad es un juego de supervivencia
Capítulo 1: Lágrimas del corazón
Primer día de clases del 3er semestre de preparatoria.
-¡Yuto baja ya! ¡No puedes llegar tarde en tu primer día de escuela!-.
Solo, en mi habitación, terminé de peinarme y dejé el peine a un lado del móvil. Miré mi rostro en el espejo y lanzé un largo suspiro. No tenía ganas de presentarme en la Escuela Superior Num. 124. Mi madre y yo nos habíamos mudado recientemente a Tokio, así que había tenido que abandonar mi anterior escuela. Con ella también había dejado atrás a mi único amigo, mi amigo desde los 8 años: Ryosuke Shouta.
-¡Yuto, tu desayuno se enfría!-.
-Ya te he escuhado madre, en seguida bajo -respondí con voz tranquila.
Mi madre, Suzuki Amaya es una dulce pero algo loca mujer. Se preocupa demasiado por mí desde que papá murió. Nunca supe el verdadero motivo de su muerte, y mi madre tampoco tuvo muchos ánimos para hablar de eso después. Para ser sincero, no recordaba haber tenido padre. Mi madre guardaba un único retrato de él en la repisa de la sala, justo alado del televisor: en él estábamos ella, con una sonrisa radiante, feliz como jamás la he vuelto a ver; un hombre no muy viejo de bigote corto y sonrisa cariñosa, y yo, enmedio de ambos con una sonrisa gigantesca y una llave en mi mano. Nunca le pregunté a mi madre por esa foto, tratándose de papá y pensando que la haría llorar, por lo que eventuálmente nunca me interesó la llave.
Salí de mi casa tras dar un gran sorbo de leche de chocolate, tomar un gran bocado de cereal y despedirme con un abrazo de mamá. Me dirigí, resignado a tener un muy mal primer día, a la estación de Shibuya.
Como era usual, saqué de mi bolsillo mi móvil y mis audífonos y me concentré en escuchar música. En lo más mínimo me interesaba oír las pláticas de los peatones. Justo a punto de llegar a la estación, saqué mi billetera para preparar el dinero del boleto. Cuando cruzaba la calle, se me cayeron de la mano unos cuantos yenes. Molesto, y sin quitarme los audífonos, me propuse a recuperar todo mi dinero. No me percaté que un auto se aproximaba a toda velocidad hacia mí...
Opening:
Funkist ft. O.S.D. & Loco Passion - Chanin!
Alcancé a escuchar el sonido desesperado del claxón. La gente alrededor de la calle comenzó a gritar que me apartara. No había suficiente tiempo ya. Dirigí la vista hacia el frente del coche y me preparé. Después de todo, no me parecía tan mala aquella forma de morir...
-¡¿Qué acaso no has escuchado que te quites, imbécil?!
Fui empujado al otro lado de la calle con gran fuerza. No pude ver nada, tan sólo unos cuantos cabellos pelirrojos. Me pegué de frente con la pared de una tienda departamental. La gente rápidamente se me acercó para cerciorarse que estuviera bien. Incluso el conductor bajo de su auto para verme. Sin contestar las preguntas, afirmar o negar algo, me levanté, tomé mi mochila y me dirigí a las escaleras de la estación.
Tan pronto bajé por las escaleras y me encontré en una esquina solo, me agache y me limpié la frente. Sudaba a chorros. No entendía cómo había logrado esquivar el auto, pero estaba seguro de que yo no había hecho movimiento alguno. Algo o alguien me había quitado de allí, pero no estaba nadie cuando aterricé en la banqueta. Traté de tranquilizarme afirmándome a mi mismo que no era, después de todo, momento de morir. No pude tranquilizarme, por supuesto. Mi corazón continuó latiendo con rapidez durante el resto del trayecto.
La Escuela Superior Num. 124 era enorme. Me sorprendí cuando llegué hasta ella. Incluso me distrajo de la situación del coche: se trataba de dos grandes edificios, uno alado del otro, con un enorme jardín enfrente. Todo bien construido, todo bien cuidado. Cientos de estudiantes pasaban a mi lado listos para un buen día de clases. Todos sonreían.
Tras un recorrido de 30 min. por todo el campus, logré hallar mi salón de clases. Toqué la puerta, dispuesto a largarme si no me dejaban entrar, pero fui recibido con alegría, para mi sorpresa, por el profesor.
-¡Te esperaba desde hace 20 minutos! Parece que has tenido problemas con la ubicación, ¿verdad? No te preocupes, la primera vez que estuve aquí fui a parar al baño de chicas. No fue una situación muy buena, después de todo. Como sea, déjame presentarte a tus compañeros-.
Se apartó de la puerta y por fin pude entrar al aula. Me dí cuenta, con mucha molestia, que los estudiantes usaban lugares mixtos. Lo que me faltaba. Tendría que compartir mi estadía con algún o algúna desconocido(a).
-Muchachos, les presento a su nuevo compañero. ¡Su nombre es Nakamura Yuto! Éste inteligente joven viene desde Osaka, así que será interesante conocer su punto de vista de nuestra ciudad y nuestra institución. Espero que lo reciban con respeto y alegría, ¿de acuerdo?-.
-¡Sí profesor! -respondieron con fuerza 48 voces.
Sólo una chica no puso atención a mi presentación. Estaba sentada en la parte de atrás del salón de clases y no parecía compartir su lugar de trabajo con nadie. Su vista estaba concentrada en la ventana. Tan pronto noté que no parecía importarle mi llegada, dirigí mi vista afuera para ver lo que ella veía: un pequeño pájaro picoteaba con debilidad la ventana. Al parecer, sólo aquella chica y yo nos habíamos percatado de aquel pequeño animal. Por un momento, por un pequeño instante, me pareció que el ave intentaba acercarse a la chica, puesto que mantenía, mientras picoteaba el cristal, su vista fija en ella. La voz del profesor me distrajo.
-Muy bien Nakamura, bienvenido a tu primera clase. Ahora mmm... como ves, estamos escasos de asientos, pero me parece que hay lugar con la señorita Funabashi-.
Tan pronto el profesor pronunció aquellas palabras, miles de murmullos empezaron a escucharse débilmente.
-¿Ha dicho que se siente con Funabashi?-.
-Pobre chico, ¡su primer día y tiene que compartirlo con la chica más extraña de la clase!-.
-¿Será que acaso el profesor quiere poner a prueba al chico nuevo?-.
-¡Pobrecillo!-.
-¡No tiene ni idea!-.
-¡Silencio! Nakamura, ve a tu lugar porfavor -exclamó con rudeza el profesor. Los murmullos cesaron, pero las miradas no.
Sin tomar en cuenta los comentarios, me dirigí a mi nuevo asiento. Cuando me acercaba, me percaté de que la tal Funabashi tenía el pelo color rojizo. Moví la cabeza. Era tan sólo mi imaginación.
-Buenos días -empecé al tomar aisento-. Mi nombre es...
-Nakamura Yuto, he escuchado al profesor cuando lo dijo, no tienes que repetírmelo -respondió con agresividad la chica.
-Bueno, lo que sucede es que pensé que...-.
-¿Qué no había prestado atención? ¿Qué no me interesaba? En la primera cuestión estás equivocado -añadió mientras volvía su vista a la ventana.
Me sorprendió su agresividad.
-¿Puedo saber al menos tu nombre?-.
-No es necesario-.
-Pero me interesa saberlo-.
-Ya te dije que no es necesario que lo sepas-.
-¡Pero que chica tan testaruda! ¡Lo acabaré sabiendo de una u otra manera! Lo que pretendo es darte la oportunidad de que me lo digas tú mis... -exclamé mientras la tomaba del brazo, obligándola a voltear su vista hacia mí. No debí haber hecho eso.
Tan pronto sintió el contacto de mi mano, se alejó con rapidez y, con la mano libre, me dió una fuerte cachetada. No estaba preparado para aquello, así que el golpe me provocó mucho dolor.
-¡Señorita Funabashi! -exclamó con enojo el profesor. Todos los estudiantes habían visto la escena.
La extraña muchacha volteó a verme y, por un instante, tan solo por una milésima de segundo, me pareció que sus ojos expresaban miedo y culpa.
-¡Salga en este instante de mi clase! ¡Largo! -el profesor se acercó con rapidez para ayudar a ponerme de pie.
La chica recogió su mochila con rapidez y salió del aula. No recuerdo nada más. Lo último que distinguí fue su roja cabellera ondeándo al salir de la habitación. No puedo recordar como lo hice, pero de pronto me dí cuenta que era la misma que la que ví cerca de la estación.
Cuando recobré la conciencia, estaba en la enfermería. Me levanté de la cama y, tan pronto quise pronunciar palabra, sentí una dolorosa punsada en mi mejilla derecha. El lugar donde me había dado el golpe.
-No se exalte joven -una voz femenina se escuchó del otro lado del cuarto.
Cuando volteé, pude darme cuenta de la presencia de la enfermera. Estaba sentada frente a un escritorio color café obscuro. Me miraba con interés. Tal vez por el hecho de haberme desmayado por una simple cachetada.
-No es la primera vez que la señorita Funabashi reacciona de manera violenta, pero debo admitir, joven Nakamura, que esta vez se pasó de la raya. ¡Vaya moretón le dejó en la cara! -exclamó con una voz entre molesta y divertida. No me gustó para nada la manera en que me hablaba, así que con rapidez me levanté y, sin hacer caso de sus indicaciones, salí de la enfermería.
Tan pronto puse un pie en el corredor y cerré la puerta detrás de mí, chequé mi reloj de pulsera. Eran las 2:38. No escuchaba bullicio alguno. Sin duda las clases habían acabado ya. Lanzé una interjección de enojo y me dirigí con rapidez al aula para recoger mis cosas y largarme de allí. No me había equivocado: había sido un pésimo primer día.
Cuando llegue al salón y abrí la puerta, pude ver que aquella chica seguía en su lugar. Tal y como la había visto en la mañana, seguía con la vista fija en el cielo detrás de la ventana. Sin perder tiempo y sin ganas de entablar conversación alguna, me dirijí con desición a mi asiento y, tan pronto toqué mi mochila, la pusé en mis hombros y di la vuelta con rapidez para salir del lugar. Estaba ya a tres pasos de la puerta, cuando su voz me detuvo.
-Funabashi Amako-.
Me di la vuelta. Su vista estaba fija en mí.
-¿Qué es lo que dices?-.
-Mi nombre. Funabashi Amako. Es así como fui llamada al nacer-.
-¿No crees que es un poco tarde para las presentaciones?-.
Se encogió de hombros y dirigió su vista de nuevo a la ventana. No pronunció palabra alguna de nuevo. No me interesó quedarme a escucharla.
Tan pronto estuve en el jardín de la escuela, tuve la extraña sensación de ser observado. Di la vuelta y llamo mi atención una extraña escena: en el tercer piso, en la segunda ventana de izquierda a derecha, Funabashi me miraba con atención desde la ventana. Sus ojos se conectaron con los míos. Estaba llorando.
No lo dudé ni por un instante. Corrí de regreso al aula. Mientras corría, no me pregunté por qué regresaba. Tampoco por qué repentinamente aquella chica había logrado que me preocupara tanto por ella. En mi mente solo algo estaba claro: tenía que llegar hasta ella.
Cuando llegué al corredor del tercer piso, me detuve a respirar un poco. Me aproximé a la puerta pero, cuando estaba a punto de abrirla, me detuve. Mi mano estaba temblando. Fijé mi vista enfrente y, con un nerviosismo inexplicable, abrí la puerta. Ella estaba de pie, justo frente a mí, a unos escasos pasos de nuestros asientos. De repente, recordé lo que pensé justo antes de perder la conciencia esta mañana.
-¡Tú eres! ¡Tú eres quien me salvó esta mañana de ser atropellado!-.
Ella me miró con fijeza sin pronunciar palabra.
-¿Por qué? ¿Quién eres? ¿Es que acaso no eres humana?-.
Por primera vez, Funabashi sonrió. No fue una sonrisa macabra o burlona: fue una sonrisa tierna, enternecedora.
-Sí, fui yo quien te salvo esta mañana-.
Me impresionó la tranquilidad con la que hablaba.
-¿Cómo lo hiciste?-.
Movió la cabeza de manera negativa.
-No lo sé-.
-¿Cómo que no lo sabes? -cuestioné con incredulidad.
-No lo sé -repitió.
Me acercé un poco y noté que se alejaba. Avance un paso más. Ella retrocedió dos. Su aspecto era temeroso. No podía explicarlo. Me inundaba una ternura enorme al verla, pero me inavdía también un extraño miedo. El extraño miedo que se tiene a lo desconocido.
-¿Por qué todos te temen? ¿Por qué eres tan extraña?-.
Por primera vez bajó la vista.
-No lo entenderías-.
-Puedo hacerlo si me explicas -respondí con seguridad.
Ella levantó el rostro con asombro,
-¿De verdad te interesa saber?-.
-Por supuesto-.
Lentamente, y con cierto miedo, desabotonó el primer botón de su blusa.
-Hey, ¿pero qué estás haciend... -me detuvé al ver lo que me mostraba.
En la parte baja de su cuello, unos cuantos centímetros a la derecha del corazón, se hallaba un pequeño tatuaje incompleto. De color azul oscuro, y con un extraño brillo, representaba lo que parecía una llama partida a la mitad.
-¿Pero qué rayos significa eso? -exclamé con legítima sorpresa?.
-Esta es... -titubeó- es la marca de nacimiento que me identifica como hermana y heredera en parte del trono de la Sagrada Ciudad de Shizum.
No comprendí lo que me dijo. En aquel instante, no pude comprender el significado que conllevaba dicho emblema. Tampoco supe el enorme significado que tendría, a partir de ese instante, en mi vida.
Ending:
Onelifecrew - Illogical World
chido sigue haci. "La escritura no es producto de la magia, sino de la perseverancia." de Richard North Patterson.
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