Los humanos somos débiles, frágiles e imperfectos. Desde el día en que nacemos hasta el día en que morimos pasamos nuestra vida buscando aquella felicidad y alegría que todos nos repetimos unos a otros debe existir y la cual dará sentido a nuestro existencia. Los humanos somos ambiciosos. Conforme maduramos y nuestra conciencia va despertando, una idea se adueña de nuestro corazón y mente: el de lograr aquello que tanto deseamos, ya sea para adquirir la gloria que tanto añoramos o para hacer feliz a aquellos que amamos, sin importar lo mucho o poco que tengamos que sacrificar. Somos egoístas. Los humanos somos capaces de percibir un sentimiento al cual hemos bautizado como amor. A él atribuimos muchos de nuestros aciertos y errores, mientras velamos porque no se extinga mientras buscamos a otras personas con las cuales compartirlo y verlo crecer. Pero es incoherente. ¿Cómo es posible que una raza tan confundida e inestable pueda ser capaz de afirmar siquiera que conoce aquello que rige su vida? ¿Cómo se supone que el hombre puede entender aquello mediante lo cual disfrazan sus instintos y hábitos heredados? No creo saberlo, y a la vez lo sé. De alguna manera increíble e inexplicable, los seres humanos hemos aprendido poco a poco a sufrir y pasar miseria. Somos capaces de lastimar, herir y desechar lo que otros nos brindan y viceversa. De esa manera entendimos lo que era amar. No como la idealización perfecta de un sentimiento, sino como aquello que por siempre aliviará nuestras tristezas. Es algo curioso y bello. Vivimos y crecemos bajo una regla fundamental que no hemos podido entender aún por completo: que todo aquello que preserve y proteja lo que tanto apreciamos y necesitamos, nos conducirá a la felicidad. Pero no importa si no la entendemos por completo, pues al ser tan imperfectos y frágiles, el entenderlo todo no es una obligación, sino una maravillosa decisión personal
Kizblack
Capítulo II: Equipo
El viento rozó el cabello de los dos jóvenes. La expresión alegre y tranquila de la muchacha contrastaba mucho con la mirada asustada y confundida de Edward Crowler.
-Pareces sorprendido -mencionó con cierto dejo de ironía la chica-.
Edward abrió la boca para decir algo, pero no pronunció palabra alguna. Varias preguntas se arremolinaban en su cabeza. ¿Quién demonios era esa persona? ¿Por qué hablaba de su hermano con tanta familiaridad? ¿Por qué decía que él era...?
-¿Quién eres tú? -preguntó torpemente Edward-.
El semblante de la chica se endureció.
-Levántate rápido y sígueme Caesar -se dio la vuelta- nos espera un largo camino por delante.
-No has respondido mi pregunta -inquirió seriamente Edward- y que te quede claro que mi nombre es Edward, Edward Crowler.
-Ése no es tu nombre, no seas estúpido -respondió la muchacha sin volver la mirada al chico-. Pero bueno, ya arreglaremos eso más tarde. Por lo pronto necesito que nos demos prisa. Hemos de llegar al Jardín del Alma antes del anochecer.
La chica empezó a caminar, hacia adelante, alejándose del chico. Edward se puso de pie lentamente y caminó en dirección contraria a ella, acercándose al borde de la banqueta, con la intención de cruzar la calle y recuperar sus pertenencias. Estaba enojado y confundido, y eso no le gustaba nada. A su parecer esas emociones no eran necesarias, pues lo entorpecían. A él le gustaba tener control de la situación siempre, y no estaba dispuesto a dejarse manipular por las simples habladurías de una loca.
Dirigió su vista al semáforo, preparándose para cruzar, pero en ese momento la chica se le acercó con prisa.
-He dicho que debemos irnos ya, ¿es que acaso no escuchaste? -preguntó ella-.
-Si no eres capaz de responder una simple pregunta, no tiene sentido que siga escuchando tus habladurías. Así de simple -inquirió con frialdad y dureza Edward, y se dispuso a cruzar la calle-.
Al llegar al otro lado, tomó su mochila y demás objetos y echó un último vistazo a donde se encontraba la chica. Ella lo veía fijamente.
-¿Hasta cuando vas a dudar de mi, Caesar? -expresó en voz alta la chica para hacerse oír ante el sonido del tráfico.
Edward no prestó atención y sin más se dio la vuelta con el simple objetivo de llegar a casa. Dio escasos dos pasos cuando de nuevo la voz de aquella extraña se alzó.
-Me gustará saber cómo lidiarás con las pesadillas -Edward abrió mucho los ojos- aunque creo que la palabra correcta para definirlas sería recuerdos.
¿Cómo es que sabía ella eso? Se dio la vuelta y se aproximó a ella a grandes pasos. Tenía que averiguar el propósito de esa loca. Cuando estaba a punto de volver a cruzar, alguien tomó su brazo y lo detuvo.
-Edward, que bueno que te encuentro-.
Miró a su lado, y se encontró con una compañera de su clase. De estatura mediana, cabello dorado, rizado y de hermosos ojos azules, la estudiante le sonrió. Tan pronto desvió la mirada, sin embargo, volvió a voltear para localizar a la extraña muchacha, pero ésta ya no estaba. Apretó los puños.
-¿Ya estabas por irte, no es así? ¿Es que acaso olvidaste el evento que planearon los miembros de la Planilla Estudiantil?-.
-¿Evento? ¿De qué...? ¡Oh! Creo que lo olvidé-.
Era verdad. Le habían informado de un evento sorpresa planeado para aquél viernes. Al parecer habían tenido que pedir permiso al director y a una gran cantidad de profesores para que les cedieran los campos deportivos durante aquella tarde y algunas horas de la noche. A él no le interesaba eso, por supuesto, por lo que debió haberlo olvidado al considerarlo "irrelevante".
-Nuestro grupo, al ser el más grande en términos de estudiantes del primer año, está obligado a asistir. Recuerda que, después de todo, la Planilla lo planeó para nosotros... Edward, ¿estás escuchándome?-.
-¿Eh? -respondió aturdido él-.
La extraña chica parecía haber desaparecido. Probablemente había escapado. Edward examinó con atención los espacios a su alrededor, para intentar localizarla en el caso de que estuviera escondida. Nada. Se había esfumado. La duda principal del chico, sin embargo, martillaba su cabeza con fuerza ¿Quién era aquella chica y porqué aparentaba conocer su pasado?
-Edward Crowler, sería bueno que, al menos, como muestra de respeto, me miraras a los ojos y respondieras o prestaras atención a lo que estoy diciendo -su compañera de clase empezaba a molestarse-.
Edward entonces volteó a verla con una mirada penetrante, pero guardó silencio. Sophie Lester era el nombre de aquella atractiva estudiante de 15 años. Tomaba clases en el mismo salón que Edward, y en algunas ocasiones habían tenido que trabajar juntos, pero para nada eran amigos, si acaso conocidos. Sophie tenía fama de ser en extremo divertida: a ella lo que le importaba era aprovechar al máximo su juventud, cuidar a sus amigos y experimentar todo tipo de situaciones. Por comentarios y rumores Edward sabía que practicaba ballet y que había ganado algunas competencias, destacándose por su gracia y naturalidad.
Sophia se sintió un poco incómoda por la mirada tan seria de su compañero, y bajó la cara.
-Sólo venía a recordártelo, por si lo habías olvidad... -susurró con un tono entre avergonzado y apenado-.
-No te preocupes, en realidad me alegra mucho que me des una razón por la cual no debo llegar a casa aún -respondió con sinceridad Edward-. Será mejor que nos apresuremos a volver a la escuela para no perdernos ningún detalle.
Sophie sonrió y empezó a caminar rumbo a la escuela, aunque lo hizo con pasos lentos, como esperando a que Edward le siguiera el paso. Mientras caminaban, Edward se mantuvo en silencio. Aún le inquietaba la extraña conversación que había mantenido con la chica en el boulevard. Estaba pensando en ello, cuando su móvil empezó a vibrar. Al sentirlo, el joven rápidamente revisó la pantalla del aparato, encontrándose con que su hermana mayor lo llamaba. Contestó.
-Ed, ¿es que has olvidado que tenemos que ir al cementerio esta tarde? Debes apresurarte -le recordó su hermana con voz un tanto apresurada-.
-Lo siento Liz, no voy a poder ir esta vez -contestó el hermano con el tono más arrepentido que pudo aparentar-. Lo que sucede es que olvidé que esta tarde tengo un evento en la escuela al cual mi grupo debe asistir de manera obligatoria y, bueno, debo quedarme.
Sophie le observó de reojo. Su hermana, al otro lado de la bocina, no contestó de inmediato. No le creía.
-Bien, supongo que es inevitable. Trata al menos de estar en casa antes de que nosotros hallamos regresado, ¿está bien?-.
-¡Por supuesto!-.
-Entonces nos vemos más tarde. Diviértete y buena suerte-.
-Lo mismo digo -contestó muy a su pesar Edward-.
Tan pronto colgó con su hermana, Sophie le hizo una pregunta.
-¿Algún pendiente?-.
-Pues sí -respondió en un intento de sonar natural- lo que sucede es que fue durante este día, pero hace 5 años, que mi hermano mayor falleció, y es tradición el que durante estas fechas visitemos su tumba.
Al escuchar esto, Sophie reaccionó notablemente apenada.
-Oh, en verdad no era mi intención entrometerme en algo como eso, y supongo que por eso no regresarías a la escuela; de verdad lo lamento, es sólo que pensé que tú... bueno, en verdad lo siento -exclamó la chica mientras se encogía de hombros-.
-No te preocupes -respondio Edward-. Cosas como ésta pasan cada año, y para serte sincero hoy no quería ir a ver a mi hermano. No estoy de humor -remató con un dejo de molestia-.
Sophia se dio cuenta de que la muerte del hermano de su compañero tenía un doloroso y triste trasfondo, pero en lugar de preguntar se limitó a guardar silencio, pensativa y un poco avergonzada. Cinco minutos después estaban ya ambos en la escuela. Al cruzar el enrejado principal, se encontraron con un mar de estudiantes que, entre risas y gritos, se mostraban animados y emocionados. Tan pronto estuvieron lo suficientemente cerca, un muchacho alto, de llamativa tez morena, se acercó a Sophie y le tomó el brazo.
-Hey, ¿pero qué..? ¡Oh, pero si eres tú, Ralf! ¡Recordaba haberte dicho que me esperaras en el aula!
-Sí bueno, te retrasaste y me preocupé -respondió el mismo con un dejo de reproche-. Ya no se sabe, quizá hubieras podido encontrarte con algún delincuente -ésto último lo expresó con un acento remarcado, mientras daba una ojeada a Edward-.
-Vale, vale, pero no debes preocuparte, sólo he ido a buscar al último compañero faltante de nuestra clase -inquirió Sophie, al parecer sin darse cuenta de lo que pasaba-. Pero, cuéntame, ¿por qué están todos afuera?
-Lo que sucede es que empezó a decirse que el evento sorpresa de la Planilla Estudiantil estaba a punto de comenzar, y todos estamos esperando a que se informe algo más-.
Edward volteó a ver a los otros estudiantes. Todos lucían felices, emocionados y sin preocupación alguna. El solo hecho de estar allí empezó a molestarle. A su entender, todo ese tipo de actividades eran sólo un intento para mantener a los muchachos entretenidos, contentos, como mascotas amaestradas.
De repente, y ante la sorpresa de todos, una risa alegre y jovial inundó la escuela. Sin duda alguna provenía de un sistema de sonido, concluyó Edward.
-Bienvenidos sean todos, queridos y apreciados compañeros, a nuestro primero evento oficial como la Planilla Estudiantil num. 48 de nuestra adorada preparatoria. Ahora bien, si gustan dejar de buscarnos bajo tierra y dirigen sus vistas aquí ariba, podremos establecer las bases de este singular juego-.
-¿Juego?-.
-¿Bases?-.
-¡Miren allá, justo en el techo, los miembros de la Planilla están todos allí!
Era verdad. Justo en la esquina derecha del edificio principal, un tanto escondidos por un enorme tanque de agua, los cuatro miembros de la Planilla Estudiantil observaban a todos con una amplia sonrisa, en especial su líder, acomodado en una pequeño sillón con micrófono en mano.
-Antes de proceder, debo recordarles que todo esto se debe, además de la importante colaboración de profesoras y profesores, y del recién nombrado director, a vuestros tres compañeros que me acompañan, sus representantes y miembros de la Planilla Estudiantil, ¡Marcus Foster, Dahían Misses y Alexis Kyles! -gritó con entusiasmo el joven y apuesto muchacho-. Y bueno, a mi ya me conocen, así que no falta mucha presentación: mi nombre es Alexander Gless y espero, de corazón que disfruten de la actividad tanto como nosotros lo hicimos mientras la planeábamos
Los tres jóvenes, notablemente mayores que el resto del estudiantado, saludaron desde arriba, y todos los jóvenes aplaudieron; Edward lo hizo por simple respeto. Algunas chicas frente a él empezaron a silbar y gritarle mensajes amorosos a Alexander. Sin duda alguna aquél chico era astuto. Sabía atraer la atención del público sin dejar de mostrarse modesto.
-Ahora bien, el primer paso para iniciar el juego es hacer un equipo de cuatro personas con sus mejores amigos y amigas. Los estaremos esperando en los campos de la parte de atrás. Tienen 5 minutos para llegar allí, pero sólo los primeros 30 equipos podrán participar. ¡Dense prisa! -añadió con emoción Alexander mientras se ponía de pie-.
Tan pronto dijo aquello, los murmullos, gritos y exclamaciones de sorpresa no se hicieron esperar. Sophie tomó del brazo a Ralf y a Edward, sonriendo.
-Aquí ya somos tres personas -inquirió con una sonrisa que se debatía entre amabilidad y amenaza a una chica que había intentado acercarse a Ralf-. Pero, si quisieras unirte a nuestro equipo, Sky's wish, eres bienvenida.
La chica se apartó rápidamente y se hundió de nuevo entre el mar de gente.
-¿A qué te refieres con Sky's wish? ¿Es que acaso has bautizado al equipo? -preguntó contrariado Ralf-.
-¡Por supuesto! Todo equipo necesita un nombre para poder considerarse uno -respondió Sophie como si de algo obvio se hablara-.
-¿Y por qué estoy dentro de tu equipo? -inquirió Edward-.
-¡Es cierto, tú y yo podemos hacerlo solos! -añadió Ralf prestando atención de nuevo al muchacho que acompañaba a su amiga-.
-Bueno, estarás con nosotros porque los equipos son de cuatro participantes, en primer lugar. Además -aclaró con gentileza la chica- eres un chico muy inteligente que seguramente nos será de mucha utilidad.
Tras decir esto la chica soltó una risa malévola y se dedicó a observar a su alrededor para buscar a otros posibles candidatos para su equipo. Ambos varones se miraron contrariados.
-Sin duda alguna ella es... -empezó Edward-.
-Una persona muy ventajosa -completó Ralf-.
Al darse cuenta de sus palabras, ambos chicos hicieron una mueca y se cruzaron de hombros, como queriendo ignorar al otro.
-¡Necesitamos un último compañero para participar! ¡Por el amor de Dios, hay una cantidad exagerada de chicas, y todas parecen estar locas! ¡Si tan sólo hubiera por aquí alguna chica lista! -exclamó exasperada Sophie-.
-Eh, Sophie, por si no lo has notado tú también eres una chica -susurró Ralf con un tono que denotaba ironía-.
La chica volteó su rostro y sus grandes y encendidos ojos se concentraron en la cara de su amigo.
-¿Insinúas que me parezco a esas locas? -preguntó con un enojo repentino-.
-No, no, sólo quería dejarlo claro -respondió con una sonrisa apenada el chico-.
-Bien, porque no lo soy. Y, como cualquier otra cosa, si esto es un desafío habremos de ganarlo-.
Edward se limitó a observar lo que hacían los demás estudiantes. La mayoría hablaba entre sí con el objetivo de obtener más personas para sus equipos. Al parecer la mayoría de los y las jóvenes tenían uno o dos miembros, pero buscaban con prisa uno. Edward sonrió un poco. Todos se veían ridículos.
-¡A este paso no llegaremos a tiempo a los campos! -exclamó desesperada Sophie-.
-Yo puedo ayudarlos, si me permiten ser su compañera -se oyó por su derecha-.
Los tres jóvenes voltearon, y Edward sintió que un chorro de agua fría le caía en la cabeza. La misma muchacha a la que minutos antes había salvado de morir, se hallaba a su lado con un ajustado y bien planchado uniforme escolar. Sonreía con gracia y amabilidad.
-Mi nombre es Layla, Layla Sorcer, y es un placer conocerlos -añadió con respeto-.
-¡A este paso no llegaremos a tiempo a los campos! -exclamó desesperada Sophie-.
-Yo puedo ayudarlos, si me permiten ser su compañera -se oyó por su derecha-.
Los tres jóvenes voltearon, y Edward sintió que un chorro de agua fría le caía en la cabeza. La misma muchacha a la que minutos antes había salvado de morir, se hallaba a su lado con un ajustado y bien planchado uniforme escolar. Sonreía con gracia y amabilidad.
-Mi nombre es Layla, Layla Sorcer, y es un placer conocerlos -añadió con respeto-.
Ending: Aimer - Re:pray
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